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AGENCIAS/A.PLANAS El poeta catalán Joan Brossa (Barcelona, 1919) falleció ayer de un paro cardiaco en el hospital del Valle Hebrón, en su ciudad natal, después de permanecer dos días en coma profundo a consecuencia de una caída en su estudio, que le causó lesiones cerebrales irreversibles.

Discreto y poco amigo de las ceremonias, el artífice de la poesía visual y de los poemas-objeto en España se fue sin hacer ruido, tal y como a él le gustaba vivir.

Joan Brossa estuvo muy vinculado profesionalmente con Mallorca, donde realizó numerosas exposiciones y participó en actividades culturales. De hecho, su última muestra individual se organizó en la mallorquina galería Altair, una muestra que cerró sus puertas el pasado 19 de diciembre.

Uno de sus actos más importantes en Mallorca tuvo lugar en abril de este año, cuando inauguró en la Universitat de les Illes Balears (UIB), con motivo del veinte aniversario de la institución, el poema visual «Moscafera», que representa un bloque de piedra inclinado, por el que trepa en línea recta una mosca de hierro, cuya inspiración recogió Brossa de una obra de Jean Paul Sartre, y que significa la intención del insecto de poner orden dentro del caos, como el papel que Brossa atribuyó entonces a la función de la UIB.

Impulsor hace medio siglo junto a Miró, Cuixart, Tapies, Pons Tharrats y Puig de la revista de vanguardia «Dau al Set», Joan Brossa ha conseguido recientemente ver realizado uno de sus más anhelados deseos: un teatro en el que se representara su obra y su visión de la poesía. El polifacético creador, que cultivó desde la poesía hasta la magia, pasando por el teatro y el cine, inauguró el pasado año el Espacio Escénico Joan Brossa, levantado en pleno corazón del barrio viejo barcelonés.

El polemista, cáustico e irónico Brossa padeció el ostracismo, pero en los últimos años su obra se ha visto reconocida con numerosos premios, desde la Medalla de Oro a las Bellas Artes del Gobierno en 1995 hasta el Premio Nacional de Teatro de la Generalitat que recibió hace sólo tres meses.

Con sus eternas gafas de concha y su camisa a cuadros, Brossa, que hubiera cumplido los 80 años el 19 de enero, se mantuvo siempre en un discreto segundo plano y apartado de las ceremonias oficiales.