Adolfo Bioy Casares, uno de los escritores más prestigiosos de
Iberoamérica y dueño de una fantasía inagotable, murió el pasado
lunes en Buenos Aires después de gozar de una vida de 84 años bajo
el hechizo de las letras.
Nacido en el seno de una familia aristocrática en el Buenos
Aires de 1914, Bioy Casares hizo que su vida transcurriera entre el
amor por la literatura, su publicitado don para seducir mujeres,
una marcada afición por el deporte y el gusto de viajar por todo el
mundo.
Su inclinación por la escritura fue temprana pero en 1940,
después de repudiar seis obras anteriores, su nombre se grabó a
fuego en la literatura argentina gracias a la publicación de su
novela «La invención de Morel», calificada de «obra maestra» por el
genial Jorge Luis Borges y traducida a 19 idiomas.
Bioy Casare padecía desde hace más de un año complicaciones
coronarias y respiratorias que le llevaron en varias ocasiones al
hospital.
Compartió trabajos con su fallecida esposa, Silvina Ocampo, hermana
de Victoria, una narradora de cuentos que años más tarde logró en
su país el reconocimiento de la crítica literaria. De la pareja
literaria que formó con Borges han surgido para los expertos obras
de ficción de extraordinaria calidad y fantasía inacabable.
Bioy Casares fue distinguido en 1990 con el Premio Cervantes, el
más codiciado entre los autores iberoamericanos, y también recibió
el Premio Nacional de Literatura en 1970, el Gran Premio de Honor
de la SADE (1975), el Premio Grinzane Cavour de la Universidad de
Torino (1992) y otros.
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