El pintor Pep Coll vuelve a colgar su trabajo en la galería
Pelaires de Palma tras sus últimas exposiciones en Pollença y
Felanitx en 1997. Y lo hace con un obra «más sobria, más depurada»,
según explica.
Pero lo que no cambia en su pintura es el tono lírico y poético,
su interés por el color, «aunque ahora comienzan a parecer los
grises», y la inclusión de iconografía a base de símbolos, «aunque
se han caído algunos de los que utilizaba antes, excepto las lunas
negras, que continúan apareciendo. Entraron en mis cuadros por una
cuestión personal y se han convertido en algo muy mío», explica
este artista, que ha querido traspasar a la tela la manera en la
que se enfrenta al cuadro en el papel, "«una de las cosas que más
me gustan»", donde trabaja con acuarela: «Es más inmediato, te
permite jugar más rápido con la mente», apunta Coll, un creador
influido por la poesía y, especialmente por la música, de la que se
empapa antes y durante el proceso de creación.
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