«Conocí la vida en la clandestinidad, la hipertrofia del miedo,
pero ésta no es mi historia, no son recuerdos, aunque la memoria
juegue un papel fundamental en la novela». Rosa Pereda (Santander,
1949) presentó ayer en Palma «La sombra del gudari» (Editorial
Planeta), que supone su primera incursión en el ejercicio
novelístico.
Rosa Pereda, que es autora de diversos ensayos y crítica
literaria, define su obra como «una novela coral, un mosaico de
personajes, acontecimientos y sensaciones, que remite a un tiempo y
a unas circunstancias muy concretas». Estas son: Bilbao, 1970, una
juventud militante, los inicios de la lucha antifranquista de ETA,
acción política, violencia, radicalismo, nacionalismo vasco y hasta
la contemplación de los inicios de la transición a la democracia,
realidades que la escritora ha vivido de cerca.
La novela, según su autora, «sólo tiene el aroma de lo vivido,
ya que necesitaba distanciarme de la situación. En ella no existe
más nostalgia que la de tener 19 años. Aquella situación no era,
para nada, el paraíso». En todo caso, Pereda se reconoce entre esa
generación revolucionaria: «Aquella época hizo que nos marcáramos
unas rayas por las que todavía hoy no estamos dispuestos a pasar,
por mucho que después hayamos evolucionado hacia el pensamiento
socialdemócrata. Para los rojos de mi generación ha sido
fundamental encontrarnos construyendo una democracia».
Formalmente, «La sombra del gudari» tiene una escritura directa,
rápida y efectos cinematográficos. Rosa Pereda expresa su miedo «a
dejarme llevar por la literatura. Por eso he eliminado cualquier
delirio lírico. Tampoco soy muy consciente de estar haciendo
literatura. Una novela, como un hijo, se hace de cintura para
abajo, pues si dejas que te domine la cabeza, abandonas la idea de
inmediato».
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