Eva Lootz realizó su primera exposición individual en Madrid, en 1973. Foto: PERE BOTA.

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CRISTINA ROS A Eva Lootz (Viena, 1940) se la ha definido como artista experimental. Pertenece a la era de la imagen y, sin embargo, en su obra actual se percibe el interés por lo que ella define como «una devaluación absoluta de lo visible. Parafraseando a Claudio Magris, podría decir que la multiplicación de lo absoluto equivale a su insignificancia. Algo así está ocurriendo con lo visible. El mundo está en la tripa de los ordenadores. Y ya se repite, cada vez con mayor frecuencia, que si puedes ver algo es que es mentira».

La pasada semana, Eva Lootz inauguró su segunda exposición en la Galeria Maior, de Pollença, y la tercera en Mallorca, ya que en 1996 realizó una instalación en la Fundació Pilar i Joan Miró. «I», título de la muestra en la Galeria Maior, contiene, según la artista, «muchas metáforas sobre la dualidad, pues ésta es un hecho básico de la vida». En todo caso, a Eva Lootz le cuesta gran esfuerzo explicar los planteamientos de su obra reciente. «El artista no trabaja verbalizando, sino que, en muchos casos, verbaliza después. Las decisiones básicas sobre mi obra las tomé hace 30 años. Cuando uno lleva 30 años trabajando, tiene ya todos los planteamientos encima de la mesa».

«Desde el principio, había apartado y excluido cualquier asociación que no fuese seguir los comportamientos de un material concreto. Excluía el sentimiento y la subjetividad, incluso cualquier referencia al lenguaje quedaba conscientemente excluida. Me interesaban los materiales y su génesis. Estudié las circunstancias de todo, busqué los conceptos. En cambio, en los últimos tiempos he ampliado el campo de trabajo, introduzco el concepto del tiempo y del espacio, y me he vuelto más permisiva con el lenguaje, que incluso utilizo como archivo. Con todo, todavía tiendo a restarle importancia a la forma».