A Eva Lootz (Viena, 1940) se la ha definido como artista
experimental. Pertenece a la era de la imagen y, sin embargo, en su
obra actual se percibe el interés por lo que ella define como «una
devaluación absoluta de lo visible. Parafraseando a Claudio Magris,
podría decir que la multiplicación de lo absoluto equivale a su
insignificancia. Algo así está ocurriendo con lo visible. El mundo
está en la tripa de los ordenadores. Y ya se repite, cada vez con
mayor frecuencia, que si puedes ver algo es que es mentira».
La pasada semana, Eva Lootz inauguró su segunda exposición en la
Galeria Maior, de Pollença, y la tercera en Mallorca, ya que en
1996 realizó una instalación en la Fundació Pilar i Joan Miró. «I»,
título de la muestra en la Galeria Maior, contiene, según la
artista, «muchas metáforas sobre la dualidad, pues ésta es un hecho
básico de la vida». En todo caso, a Eva Lootz le cuesta gran
esfuerzo explicar los planteamientos de su obra reciente. «El
artista no trabaja verbalizando, sino que, en muchos casos,
verbaliza después. Las decisiones básicas sobre mi obra las tomé
hace 30 años. Cuando uno lleva 30 años trabajando, tiene ya todos
los planteamientos encima de la mesa».
«Desde el principio, había apartado y excluido cualquier
asociación que no fuese seguir los comportamientos de un material
concreto. Excluía el sentimiento y la subjetividad, incluso
cualquier referencia al lenguaje quedaba conscientemente excluida.
Me interesaban los materiales y su génesis. Estudié las
circunstancias de todo, busqué los conceptos. En cambio, en los
últimos tiempos he ampliado el campo de trabajo, introduzco el
concepto del tiempo y del espacio, y me he vuelto más permisiva con
el lenguaje, que incluso utilizo como archivo. Con todo, todavía
tiendo a restarle importancia a la forma».
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