Si uno tiene la suerte de contar con un amigo coleccionista puede
considerarse, de alguna manera, una persona afortunada. Es cierto,
sin embargo, que los coleccionistas suelen tener cierta reputación
de seres un poco extraños y algo maniáticos, aunque, bien mirado,
podríamos afirmar que un poco extraños y algo maniáticos solemos
ser también la mayoría de seres humanos sin necesidad de dedicarnos
a ningún tipo de coleccionismo o actividad paralela.
Contar con un amigo coleccionista nos tranquiliza y nos da
serenidad de espíritu. Ese amigo que se desvive buscando un sello
defectuoso del imperio austro-húngaro, la primera edición de un
libro de Baroja o una grabación secreta de los Beatles, en el fondo
cree que es posible encontrar un poco de felicidad en este mundo y
que hay cierto sentido y orden en el universo. Ese amigo puede
estar horas y horas comentándonos, entusiasmado, los secretos de la
edición de un disco de Los Brincos en Puerto Rico, o contagiándonos
la comedida alegría que se experimenta cuando se escucha una triste
canción de amor de hace treinta años.
La mayor parte de quienes se acercaron ayer hasta la I Fira del
Disc, sita en el recinto de Fires i Congressos de Balears, forman
parte de ese grupo de coleccionistas entusiastas. «Queríamos mirar
cosas raras sobre todo, y en vinilo. Me gusta el pop. En especial
grupos como Los Planetas y Sexy Sadie. Por mil pesetas es posible
encontrar discos de ambos», dijo Carlos. Otro aficionado a la
música, Juan, señaló: «Hemos venido a dar una vuelta, a ver lo que
hay de novedades, en especial de rock y punk. He podido comprar
diez discos compactos por mil pesetas».
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