El genio Salvador Dalí conoció al arquitecto mallorquín Gabriel Alomar (1910-1997) a finales de los años cuarenta en un trasatlántico con destino a Nueva York. Era el segundo viaje que el urbanista balear realizaba a Estados Unidos, en un periodo de ebullición artística personal. Enseguida surgió la química entre el genio surrealista y el arquitecto. A partir de este encuentro se entabló una relación de amistad que se tradujo en un proyecto artístico común: el «divino icosaedro», una especie de templete ubicado en Cadaqués, ideado para ser un estudio al aire libre frente al mar. Sobre un diseño común, Alomar dibujó unas perspectivas del futuro estudio, una iniciativa que nunca llegó a realizarse.
Gabriel Alomar ideó el «divino icosaedro» junto a Salvador Dalí
Prosigue la exposición dedicada al arquitecto mallorquín en la Banca March
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