Como el principio de algo bonito, pero no como el final de nada
vive Javier Bardem el hecho de ser candidato al Oscar, un premio
que no espera ganar porque aquello dice es jugar en «otra liga», y
aunque afirma no tener miedo de perder el norte, sí ve necesario
saber, ser consciente, de que puede perder ese norte.
Javier Bardem repitió ayer una y otra vez que ésta era la
primera vez que se sentaba él solo en una mesa frente a una ola de
periodistas, cámaras y fotógrafos. Ante una avalancha de flashes
que no cesaba, exclamaba «no tengo más caras», y ante una avalancha
de preguntas que tampoco cesaba, repetía: «Estoy aquí solo y no hay
nada más que rascar. Pero el actor poco a poco se fue relajando, y
ya totalmente hecho a la situación se fue entre otra tanda de
aplausos.
Escéptico, Javier Bardem considera que la candidatura es «el
premio» y terriblemente cauto y lúcido, el actor habla de que «uno
no ha elegido esto», esta «lotería» que es, dice, «un hecho puntual
y puramente anecdótico» que desea vivir «con alegría pero también
con distancia y sin pasión».
Porque, insiste, «uno no nace preparado para esto» y el actor
recurre a los recuerdos de Almodóvar cuando el año pasado vivió el
tramo que va desde ser elegido candidato hasta ganarlo: «Pedro, que
siempre es brillante, decía que ante esta situación acaban
haciéndote responsable de algo contra lo que tú no puedes hacer
nada. Hay una presión inmensa».
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