Desde el primer tema que interpretaron el viernes por la noche en
el Auditòrium, «Pero a tu lado», hasta el último "tras dos bises",
«Sobre un vidrio mojado», cantado a capella con un público
totalmente entregado, Los Secretos volvieron a demostrar por qué
siguen siendo uno de los mejores grupos de pop-rock que ha dado
este país.
El recuerdo de Enrique Urquijo, fallecido en 1999, y a quien su
hermano Àlvaro dedicó el concierto, estuvo presente, como no podía
ser de otra forma, en la memoria de los miles de seguidores que
llenaron la sala. Ahora recae sobre Àlvaro la responsabilidad que
antes compartía con su hermano. Y la verdad es que lo hace igual de
bien interpretando sus propias composiciones como las de
Enrique.
Si hay profesionalidad, ganas, respeto, sinceridad e ilusión
encima de un escenario, el público lo nota enseguida, y así sucedió
con el concierto del viernes. Además, todos los invitados, José
María Granados, Cristina Lliso, Guillermo Porcel, Àngel Frau y
Jaime Anglada estuvieron a la altura del concierto, es decir,
excelentes, por no hablar de su apoteósica y genial interpretación
conjunta del «Déjame».
Si al final Àlvaro decide seguir, con su personal estilo, con
Los Secretos, ha de saber que seguirá contando con el apoyo
incondicional de todos los «secretistas», de todas aquellas
personas que durante veinte años han defendido, como lo hacía
Enrique, que la melancolía es también una manera de entender y de
querer la vida, quizás no la mejor, pero sí la más hermosa.
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