Detalle del vaciado que se ha hecho en los viejos almacenes para albergar el auditorio. Foto: TERESA AYUGA

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MARIANA DíAZ Pocas veces un edificio en pie, en buen estado y con carácter, se ve sometido a la intervención de la piqueta, especialmente en su interior. Es lo que estos días sucede con el Palau March, donde han comenzado las obras de adaptación a los nuevos usos que se darán al inmueble, un espacio cultural que ampliará su oferta a la ya habitual, la de la Biblioteca Bartolomé March.

El Palau vive con sus tripas al aire. La mayor parte de obras de arte han sido descolgadas de los muros; sus muebles, tapados con colchas viejas. Por todas partes se pueden encontrar escombros, albañiles en plena faena y polvo. Es como si la parte baja del mismo hubiera sido vaciada, y en parte ha ocurrido así, porque para construir el auditorio, donde se ofrecerá música de cámara, han desaparecido viejos almacenes que sólo guardaban trastos. Lo que fueron las primeras oficinas de Juan March también han desaparecido. Se han ganado espacios que, vacíos, sorprenden.

Un ingeniero especialista, Higini Arau, ha diseñado la caja de resonancia que garantizará la acústica del auditorio. Una sala dedicada al libro, donde se expondrán incunables y otros ejemplares de colección, ocupará una parte de la zona en reforma; la biblioteca también se adueñará de nuevos lugares, porque se potenciará, entre otros elementos, con una sala abierta de lectura a la que se accederá directamente desde la calle. El belén napolitano, restaurado, se volverá a exponer en un lugar de mayores dimensiones. El jardín albergará las esculturas que Bartolomé March instaló en Cala Ratjada. Será un exposición al aire libre que irá alternado piezas entre Palma y dicha localidad. Y habrá tienda-librería.