Pocas veces un edificio en pie, en buen estado y con carácter, se
ve sometido a la intervención de la piqueta, especialmente en su
interior. Es lo que estos días sucede con el Palau March, donde han
comenzado las obras de adaptación a los nuevos usos que se darán al
inmueble, un espacio cultural que ampliará su oferta a la ya
habitual, la de la Biblioteca Bartolomé March.
El Palau vive con sus tripas al aire. La mayor parte de obras de
arte han sido descolgadas de los muros; sus muebles, tapados con
colchas viejas. Por todas partes se pueden encontrar escombros,
albañiles en plena faena y polvo. Es como si la parte baja del
mismo hubiera sido vaciada, y en parte ha ocurrido así, porque para
construir el auditorio, donde se ofrecerá música de cámara, han
desaparecido viejos almacenes que sólo guardaban trastos. Lo que
fueron las primeras oficinas de Juan March también han
desaparecido. Se han ganado espacios que, vacíos, sorprenden.
Un ingeniero especialista, Higini Arau, ha diseñado la caja de
resonancia que garantizará la acústica del auditorio. Una sala
dedicada al libro, donde se expondrán incunables y otros ejemplares
de colección, ocupará una parte de la zona en reforma; la
biblioteca también se adueñará de nuevos lugares, porque se
potenciará, entre otros elementos, con una sala abierta de lectura
a la que se accederá directamente desde la calle. El belén
napolitano, restaurado, se volverá a exponer en un lugar de mayores
dimensiones. El jardín albergará las esculturas que Bartolomé March
instaló en Cala Ratjada. Será un exposición al aire libre que irá
alternado piezas entre Palma y dicha localidad. Y habrá
tienda-librería.
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