Frescura vestida de negro y rojo con una sonrisa eterna y un acento
casi susurrado que recuerda al sur. Loca en el escenario y Baras en
la calle, aunque, desde septiembre del año pasado, Juana es un poco
más Sara y Sara un poco más Juana. «El papel lo hago poniendo mi
Juana tal y como la siento». «Te influye en tu vida personal, se
mete en tu pellejo» son dos ejemplos del sentir de una bailaora,
Sara Baras, que ayer presentó «Juana la Loca. Vivir por amor» en el
Auditòrium, espectáculo que podrá volver a verse esta noche.
«No conozco otra forma de expresarme que no sea bailando, no sé
decirlo hablando», avisa. Son las manos y los pies los que deben
expresar la evolución de una reina que pasa de la felicidad a la
locura. «Se trata de una mujer dura, algo a lo que no estaba
habituada», confiesa. Por primera vez, interpreta un rol. No ha
resultado difícil porque «tiene una pasión increíble, como el
flamenco». De la mezcla nace el baile y del baile la inspiración
«atrevida, que expresa mi punto personal». La bailaora pone un
ejemplo: Juana la Loca baila una soleá embarazada, un momento único
tratado con «delicadeza», y buscando «la parte bonita ya que el
baile es estética».
«Necesitaba un papel fuerte y pensé que por qué no Juana»,
explica. A partir de entonces, se documentó y habló con personas
mayores que le narraban lo que sabían de la reina loca, «más
leyenda que otra cosa». «Me enamoré de ella y me volví loca». Sara
ya era más Juana. En un principio, «creía que estaba loca pero
cuando entré en el papel, me di cuenta que era un tipo de locura
diferente porque estaba loca de amor». ¿Con cuál se queda? «Con la
que sentía con el corazón».
El baile avanza a lo largo del espectáculo, al igual que el
personaje. «Juana empieza siendo dulce, se mueve como una recién
enamorada, pero cambia y se convierte en una leona en cuestión de
segundos», afirma Baras. Cuando se encuentra con la infidelidad de
su marido, Felipe el Hermoso, los movimientos se rompen, denotan
más fuerza, temperamento y rabia. «El papel de loca fue el que más
me costó porque tenía miedo que la gente no me creyera». Juana ya
tenía un poco más de Sara.
A la bailaora le cuesta desprenderse de su personaje cuando
termina la función. «Cuando baja el telón debería olvidarme pero no
puedo». Juana se ha pegado a su piel y le ha enseñado que «el
sentido de la vida está dentro» y que «tenga cuidado a no volverme
loca ya que hay más caminos». Todavía le quedan muchas cosas por
aprender, que vendrán con el futuro. Tal vez una Carmen, «si Juana
hubiera conocido a Carmen las cosas le hubieran ido mejor»; o un
papel de hombre, algo «todavía lejos».
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