Érase una vez otros tiempos y otra Mallorca, que vivía entre
murallas y que contaba con reyes propios. Acababa de dejar atrás su
pasado como Mayurqa y se adentraba por otros senderos. Una saga
familiar, que vivía en la calle dels Forats detrás del Palau
Episcopal, creció durante aquella época y destacó por su papel ante
el monarca y ante la sociedad. La historiadora Maria Barceló ha
plasmado en un libro, «Els Llitrà. Una nissaga de notaris a la
Mallorca Baixmedieval» (Edi. Lleonard Muntaner), sus vivencias y el
personaje que más destacó, Pere Llitrà. La búsqueda en el Arxiu del
Regne de Mallorca o en el Capitular han permitido a Barceló
descubrir «un capítulo casi inédito de la cultura medieval».
La investigadora no puede recordar el tiempo exacto que le llevó
recopilar toda la información, pero reconoce que fue «mucho». El
por qué sí lo sabe. «Se trata de una figura interesante por el
protagonismo que adquirió en su época, ya que llegó a ser seis
veces embajador del Regne de Mallorca». La saga provenía de
Pollença. En el libro, la autora ha indagado en sus relaciones y en
su historia. Por ello, ha dividido la obra en tres partes. En la
primera, reconstruye «una biografía basada en aspectos como de qué
manera se concretó su situación». La segunda se compone de «un
resumen de unos 100 documentos relativos a la familia». Por último,
la tercera parte es una «transcripción de documentos de la familia,
como 16 cartas de la estancia de Pere Llitrà en Málaga».
Precisamente, estas misivas se escribieron en un momento clave
de la existencia de Málaga. Corría el año 1487 y Pere Llitrà había
sido mandado a la ciudad para que resolviera algunos problemas del
Regne de Mallorca. Tenía que hablar con Fernando el Católico pero
le fue imposible durante dos meses, ya que el rey estaba más
preocupado por la liberación de Málaga. «Las cartas ofrecen una
visión de una Málaga musulmana en el momento en que pasó a manos de
la Corona de Castilla», escritas en «una prosa que denotaba su
interés por la literatura».
«Pere Llitrà jugó a la política del momento», dice Barceló.
Ocupó cargos como el de escrivà de la Universitat. «Era una persona
de prestigio». Prestigio que se demuestra en actos concretos, como
cuando Roderico de Borja, el futuro papa Alejandro VI, llegó a la
Isla en su camino hacia Castilla. Los jurados querían llevarle un
presente y, ¿quién fue el encargado? Pere Llitrà. El libro recorre
cómo era la profesión de notario. «Formaban una endogamia
profesional». Se creaban «vínculos a nivel de colectivo». El
notario era un personaje clave en la sociedad. Se trataba del
depositario de la fe pública, manifestándose con su presencia y su
firma.
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