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La humanidad del artista Jesús Soto (Ciudad Bolívar, Venezuela, 1923), que ayer inauguró en la galería Joan Guaita, es pareja al reconocimiento que goza en el arte internacional. Soto es una de las figuras del movimiento cinético, al que ha dedicado una vida de investigación porque cree que «el artista plástico y el científico que investiga son dos valores paralelos». La aparente frialdad de su geometrismo surgió, como explicó ayer, de un profundo análisis de las estructuras de la música de dos autores tan radicalmente distintos como Bach o Schonberg. Todo ocurrió tras instalarse en París en los cincuenta.

Parte integrante del parisino ambiente vanguardista de los cincuenta y sesenta, Soto aseguró: «Al arte siempre lo sentí convulso». «Cuando llegué a París había manifestaciones increíbles, algunas, como el letrismo, desaparecidas. Ahora hay un fuego enorme y quedarán los que hayan podido profundizar y establecer pautas para el porvenir del arte; lo importante es no dejar pasar el tiempo, ver los talleres de los jóvenes», reflexionó.

«Desde Bellas Artes quería lograr detener al espectador; pensaba que faltaba una fascinación en el arte, por eso fui a París, porque allí estaba el arte abstracto, se había hecho el cubismo. Mi intención era llevar la plástica a la temporalidad, pero no como los futuristas, que repetían la imagen y yo consideraba que eso ya lo había hecho el cine. La música seriada, la dodecafónica, me ayudó mucho y como no podía seriar el sonido utilicé los colores primarios y secundarios. Con esos ocho colores construí mis series y mi gusto fue ver que esos cuadros resultaban bellos».

Para conocer mejor a Bach estudió guitarra y sus amigos aseguran que es un gran guitarrista, hasta el punto que, anteayer, en la sede de ARCA, donde Soto habló del pintor Ives Klein junto a otro sabio, Pierre Restany, le ofrecieron una guitarra. «No toqué porque estoy enfermo, prometo que lo haré en otro viaje», comentó. «Las líneas paralelas de Bach fueron el motor para hacer las líneas del movimiento», explica sobre su trabajo. Enamorado del compositor barroco, apuntó: «Si tuviera dos vidas una sería para estudiarle».