El pintor Pep Coll vuelve a reencontrarse con el público madrileño
en la exposición que inaugurará el próximo día 14 en la galería
Pilar Mulet, una muestra en la que mostrará sus últimas telas tras
un tiempo sin exponer y en el que, además de pintar, creó una
escenografía para una obra de Brossa que se representó en Palma,
Barcelona y Madrid. Un año de viajes, nuevo estudio, Coll dice
atraviesa una etapa «en la que pinto más tranquilo». Irónico, juega
con las palabras: «El arte es una mentira, yo intento, seducir por
lo tanto miento».
"¿Cuál es su último mundo pictórico?
"No hay grandes cambios, es la ciencia la que tiene que sumar, no
el arte. Es una pintura más sobria, en la que se han depurado
elementos, los signos son menos y más claros. Hay un símbolo, la
rayuela, que se repite, que insiste, y creo que se refiere a la
nostalgia o la melancolía, "nunca sé cuál de las dos es la palabra
adecuada", de recuperar ciertas cosas. En cuanto al tratamiento de
la tela, es más plano.
"El público de Madrid le quiere, le trata
bien.
"En Madrid, donde he hecho unas nueve exposiciones individuales,
empiezo a tener cartelillo de novillero; allí mi obra es bien
recibida, posiblemente es la ciudad donde sea mejor entendido.
"¿Por qué viaja tanto a Italia?
"Porque temo que si voy a Àfrica la encuentre llena de
pintores.
"¿Le atrae más lo clásico que el
exotismo?
"Alguien tenía que ir a Italia y me ha tocado a mí, pero la razón
resultará muy fácil de comprender. El anónimo toscano es mi
historia con el arte, allí noto el pasado, aprendo. En Florencia he
tomado decisiones importantes.
"Dígame alguna.
"Cito a Antonio Gades: «Sobre mi hambre mando yo». Una frase que
tengo colgada en el estudio y que he tardado en asumir. Decidí
ceder sólo cuando me interesa.
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