A la muerte de su progenitor, fue el único de los hijos del
financiero que se interesó por el arte, compró las obras que habían
heredado sus hermanos para mantener unida la colección y la amplió,
explorando períodos artísticos que no habían suscitado el interés
paterno como, entre otros, paisajistas americanos del XIX,
expresionistas alemanes, impresionistas, fauvistas, cubistas y
abstractos hasta llegar al «pop art». Ante el crecimiento de la
colección y la imposibilidad de mostrarla completa en su mansión
Villa Favorita (Lugano), inició la búsqueda de un lugar en el que
establecerla permanentemente para exponerla al público y mantenerla
unida.
Después de haber contraido matrimonio en cuatro ocasiones se
casó en 1985 con Carmen Cervera. Tras este matrimonio, entró en
contacto con el Estado español y manifestó su deseo de que la
colección se estableciera en España. Varios ministros socialistas
de Cultura, Jorge Semprún, Solé Tura y Javier Solana participaron
en las negociaciones. En 1988 se firmó un contrato de préstamo. Se
cedían 775 cuadros por un período de nueve años y medio; a cambio,
el Gobierno aportaba un edificio para albergar la colección: el
Palacio de Villahermosa, en Madrid. Y se constituyó una Fundación
para gestionar, mantener y conservar este importante préstamo. En
1993 los barones expresan su deseo de que la colección se quede
definitivamente en España. El Gobierno adquiría así una de las
colecciones privadas más importantes del mundo. Heinrich Thyssen
deja una fortuna valorada en 3.000 millones de euros. Sus hijos y
la baronesa han mantenido una pugna de años por la misma, con la
colección de fondo y su instalación en España, gracias a Carmen
Cervera, que se acaba de resolver con acuerdo por ambas partes.
Los Reyes, en un telegrama de condolencia, subrayaron ayer su
valiosa contribución al coleccionismo y el arte en España. La
ministra de Cultura, Pilar del Castillo, firmó en el libro de
condolencias instalado en el Museo Thyssen de Madrid y reconoció al
barón como «uno de los grandes coleccionistas del siglo XX y que ha
legado a España una colección extraordinaria». «Creo que está todo
atado y bien atado porque el cierre final de las negociaciones fue
muy claro», recordó el ex ministro Solé Tura: «En un momento
determinado llamé a todos los abogados de la familia, los concentré
en Madrid y tuvimos unas largas y duras conversaciones». Reconoció
que fue una «tarea muy complicada, por los problemas de la herencia
en el momento culminante de la compra; hicimos lo posible para que
fuesen problemas internos suyos, que no fuesen más allá». El
conseller de Cultura de Cataluña, Jordi Vilajoana, visitó ayer a la
baronesa: «la vi muy entera, con ganas de continuar proyectos del
barón como un museo en San Feliu».
Por Mallorca
Los barones Carmen y Heinrich Thyssen no se enraizaron en el verano
mallorquín a pesar de haber comprado una casa en la Isla, situada
en El Terreno (Palma), a donde la baronesa y su hijo Borja se han
desplazado en algunas ocasiones sin el barón, como cuando el año
pasado asistieron al concierto de Julio Iglesias. Enclavada entre
calles estrechas en la falda del castell de Bellver, la casa, hoy
pintada de color rosa, sufrió una reforma que duró años. Fue su
amistad con los duques de Badajoz, Pilar de Borbón y su fallecido
esposo, Luís Gómez-Acebo, que hizo de puente entre el Estado y los
barones cuando se negoció el traspaso de la colección de arte, la
que les trajo a Mallorca, donde pasaron algunos veranos navegando
en el «Hanse» y el velero «Adrix». También salieron al mar, con don
Juan, el padre del Rey, que disfrutaba del verano y del mar en el
«Giralda». Quienes se encontraron entonces con el barón debido a su
trabajo informativo le recuerdan como un hombre «muy
simpático».
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