Llegó vestido con vaqueros y su característico chaleco, en esta
ocasión azul. Pidió un café con leche en vaso y se sentó, dispuesto
a hablar sobre su último espectáculo, «Live». Ayer por la noche lo
presentó en el Auditòrium de Palma tras seis años sin pisar el
suelo de Mallorca y después de un año de gira con el montaje.
«Tenía ganas de volver». Joaquín Cortés regresa a la isla y triunfa
sin ni siquiera empezar a bailar, ya que su estancia se alargará un
día más debido a la demanda. «El público mallorquín siempre me ha
recibido bien y no busco ser diplomático porque no lo soy».
«Live» recorre los diferentes palos del flamenco a la manera de
Cortés. «El espectáculo enseña mi estilo, la fusión de diferentes
músicas y danzas», comentó el bailaor. Sonidos árabes, sefardíes,
judíos, de jazz y de gospel para narrar soleás por bulerías,
alegrías, seguidillas o jaleos. Todo se une a una sola voz: el
cuerpo de Cortés. «En el escenario hay 17 músicos tocando cuya voz
cantante soy yo bailando». El bailaor define el montaje como una
jam session, «una sesión en vivo y en directo» de cante y baile.
«Se trata de un resumen de mi carrera después de 21 años como
bailaor y 12 como creativo». El resultado: el espectáculo «más
intimista».
Por primera vez, Cortés se presenta solo ante el público. De
fondo, los músicos. Ante ellos, el artista bailando solo. «No sé
por qué quise hacerlo, me apetecía, era como un reto, una
asignatura pendiente». Con «Cibayí», su primera pieza, quiso
cambiarlo todo, «hacer una revolución en el flamenco, otorgarle un
nuevo concepto». La segunda, «Pasión gitana», recorría «el
mestizaje cultural» a través de 15 bailarines. La tercera, «Soul»,
se adentraba en el baile «contemporáneo». «Live» sigue en la línea
del mestizaje pero avanza un paso más. «Me gusta arriesgarme,
ponerme en situaciones difíciles con un esfuerzo físico y psíquico
importante», comentó.
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