Mujeres gordas, cardenales, máscaras y yelmos para esconder lo
obvio, autorretratos, surrealismo. Carlos Mensa se adentró en el
universo del individuo y lo exploró a través de metáforas y
alegorías. Una exposición recorre la última etapa del artista,
cuando dejó de lado la crónica de la realidad y la crítica social
para entrar en la persona. «Els anys de l'esplendor» se inaugura
esta tarde en el Centre de Cultura Sa Nostra.
Mensa inició la gestación de su nuevo lenguaje en «Mallorca».
«Criticaba los defectos, la problemática existencial humana»,
comentó Patricia Mensa, hija del pintor catalán. El artista mantuvo
una relación estable con la isla gracias a la galería Pelaires,
lugar en el que expuso en numerosas ocasiones, y a «los buenos
amigos que encontró en Mallorca». «Su pintura era su vida». Sin
embargo, sus creaciones no fueron entendidas por la gente que le
rodeaba. «Mensa no se vendió al sistema de su época, se adelantó a
su tiempo y se encontró que el público no estaba preparado para
recibir sus creaciones».
La exposición abarca desde 1969 hasta la muerte del artista,
sucedida hace veinte años. «Se ha hablado muchos de los primeros
años de Mensa, pero se ha dejado de lado su última época», dijo
Patricia Mensa. «Existía una deuda histórica con mi padre». La
muestra se acompaña de la serie «Stravanganza», compuesta por
«pequeños caprichos preciosistas», y de otra de «dibujos sobre
cartón».
Mediante sus cuadros «denunciaba los pecados de la sociedad, del
individuo y de él mismo». «Reflejaba la parte oscura que todos
tenemos». Primero empleó las «máscaras y la ironía», que dejaba
entrever «la parte oscura del personaje». Después, dejó de lado las
máscaras y «usó un lenguaje más directo» para mostrar la realidad
tal como es.
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