El artista espera iniciar así su proyecto, formado por cuatro
grandes esculturas con motivos de las Baleares. «Encuentros» es el
nombre de la obra destinada a Mallorca, pero ya tiene pensada su
obra para Eivissa, que se titulará «Libertad» y que posiblemente se
situará en la entrada al puerto. «Cada isla tiene su carácter y,
por eso, cada escultura será diferente al resto», explicó el hijo
del mítico actor que piensa también dejar constancia de su arte en
Menorca y Formentera. El proyecto final durará cuatro años, uno por
isla y escultura. La relación de Quinn con Mallorca empieza durante
un rodaje en el que interpretaba el papel del hijo de Onassis. En
aquella época «aún trabajaba como actor para ganar dinero y poder
dedicarme después a la escultura, mi verdadera pasión». Luego
conoció al galerista Joan Oliver «Maneu», que le permitió presentar
una exposición con sus obras y crearse clientes importantes en la
isla. Lorenzo Quinn veranea desde hace años en Eivissa, ha
realizado diversas exposiciones en Mallorca y tiene previsto
presentar una gran exposición en Palma a finales del presente
año.
El realismo simbólico es el término que Quinn utiliza para
calificar su obra y «pretende principalmente comunicarse con la
gente y transmitir mensajes porque arte es comunicar». Sus
esculturas huyen de formalismos abstractos los cuales «impedirían
llegar de manera inmediata a las personas que quiero que se
relacionen con mis esculturas». La principal motivación de estas
obras es «unir a las gentes y explicar sus experiencias comunes».
El autor, afincado en Castelldefels (Barcelona) y nacido en Roma,
estudió en Nueva York donde «habría sido más interesante vivir para
mi carrera artística pero eso no habría permitido enriquecerme como
persona y como padre». De su época de actor destaca su enfado con
Hollywood porque «allí sólo cuentan el dinero, los actores
estrellas y los directores conocidos en lugar de los buenos
guiones». Quinn se autodefine como alguien de mucho carácter que
prefiere ser el único responsable de sus obras y que huye de la
pérdida total del control en el resultado final de las películas.
Quinn vivió del cine hasta que pudo dedicarse plenamente a la
escultura y prescindir de los encargos cinematográficos que «habría
sido para mí lo más fácil». Para el autor de «Encuentros», el cine
«lo idealiza todo, crea sueños inalcanzables y manipulados por
terceros».
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