A lo largo de los 18 minutos de orquestación y sin sujetarse a
ninguna servidumbre condicionada por un enunciado concreto, Prohens
realiza un ejercicio sinfónico completo, partiendo de un motivo que
desarrolla a modo de extensa variación estructurada sobre una
propuesta clásica, explorando de manera progresiva el conjunto de
posibilidades abiertas ante él. Un evidente clímax ascendente hasta
su culminación en una coda recapitulativa, obtiene calculados
efectos sonoros de indudable impacto.
Prohens, al igual que en sus otras Músicas para Orquesta»,
apuesta también aquí por una estructura asequible y de asimilación
fácil con un eje armónico de expresión tonal lo que no le impide,
en ocasiones, adentrarse en los terrenos de la atonalidad sin
imponerla como manera única de redondear un trabajo. De todo ello
resulta una composición que, aún escuchada por primera vez, se
sigue con atención y sin esfuerzos innecesarios, de principio a
fin. Por su parte, la Sinfónica del Principado de Asturias y su
titular, el chileno Maximiano Valdés, fueron mucho más allá de una
simple lectura. Tanto el director como los profesores a sus órdenes
dejaron muy claro que la partitura había pasado por todos los
tamices necesarios para ofrecerla sin fisuras. Así lo entendió el
público, requiriendo la repetida presencia del compositor
mallorquín sobre el escenario.
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