Josep Sirvent posó ayer en sa Llonja durante la presentación de la exposición. Foto: JOAN TORRES

TW
0

Los enormes ventanales góticos de sa Llonja se han abierto, por primera vez en mucho tiempo, para filtrar la luz natural, un acierto que potencia el montaje de la exposición «Sirvent 1990 - 2003», una selección de esculturas del artista catalán, afincado en Santa Maria, sobre el período en el que definió y desarrolló el lenguaje que le identifica. La muestra, que se inaugura esta tarde, ha sido comisariada por Cristina Ros. Este proyecto del Ajuntament de Palma, en colaboración con el Govern y el Deustche Bank, quedará expuesto en sa Llonja hasta el 1 de febrero y después comenzará una itinerancia que llevará la obra de Josep Sirvent (Llivia, Girona, 1957) a Madrid, Andorra y la Cerdanya.

Cristina Ros explicó ayer que, a partir de 1990, Sirvent «abandona las prácticas escultóricas anteriores para definir los aspectos más significativos de su obra posterior», un período de «gran unidad estilística» caracterizado por el uso del acero corten, el granito, y el discurso formal. «Depuración en las formas, compromiso, monumentalidad, rotundidad» son, según la comisaria, algunas de las peculiaridades de una obra en la que Sirvent «recupera, sin voluntad de hacerlo, sus raíces». Y lo hace cuando ya se ha instalado en Mallorca. La «sobriedad, austeridad y la dureza climática» de la Cerdanya natal del escultor, tierra de piedra, aguas ferruginosas y también de románico están presentes en la concepción de unas piezas abstractas que, como explicó Cristina Ros, conforman una «unidad estilística y temática» a través de una evidente «solidez, no sólo física, sino del artista».

Estos diez años de esculturas de Sirvent, arraigados en los ancestros y adscritas al lenguaje contemporáneo, dialogan en perfecta comunión con la piedra de sa Llonja, se funden con ella y se elevan hacia las bóvedas de crucería diseñadas por Sagrera sin que se plantee una lucha entre la consistencia de las piezas y la levedad de las columnas elicoidales. Al contrario, la sencillez del montaje, completado con una proyección que reproduce los ruidos del taller y la fragua de Sirvent, potencia el conjunto de la exposición en la que el público puede encontrar aquellos temas sobre los que trabaja el artista: faros como guías, templos como espacio de intimidad, parejas, llits, anells. «Muy acogido» en sa Llonja. Así se siente el artista una vez finalizado un montaje que, si bien no culmina un tiempo de creación, si ha provocado en el artista «replanteamientos, revisiones temporales que supongo darán sus frutos en proyectos inmediatos y futuros». Sirvent no se estanca, asegura, se hace «preguntas», se le plantean «dilemas» de tipo «emocional, conceptual, de valores, de qué camino quiero seguir, de plateamientos de futuro y de qué emociones quiero transmitir a las piezas». Son interrogaciones que apuntan «nuevos materiales, otras formas» y un mayor interés «por el vacío como concepto».