En la imagen, restos de la que podría ser la zona de producción.

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El yacimiento de la necrópolis del Pla de ses Figueres, situado en la isla de Cabrera, ha sacado a luz nuevos restos arqueológicos de los siglos V d.C. al VII d.C. Los hallazgos, una tumba de un varón, restos de construcciones y una cubeta, podrían estar relacionados con la comunidad monacal que, según las fuentes, habría vivido asentada en la Isla durante la época bizantina. Coodirigidos por Magdalena Riera y Mateu Riera, el equipo de arqueólogos mallorquín que trabaja en el proyecto de recuperación, consolidación y musealización de este conjunto monacal descubrió los nuevos restos en el transcurso de la campaña que se llevó a cabo el pasado mes de marzo y que se prolongará, de manera intermetinte, durante este verano. La excavación, que se concentra en la zona del Pla de ses Figueres (donde se encuentran localizados los asentamientos de la necrópolis, una zona de salazones y un lugar de habitación), tiene el objetivo final de localizar el núcleo principal del monasterio y reconstruir la forma de vida y organización de esta comunidad. De momento, los nuevos hallazgos se asocian a este periodo (siglos V al VII d.C) y no desdicen las hipótesis con las que se inició el proyecto el pasado 2003.

Según explicó Mateu Riera, «la tumba excavada apoya la idea de que existió una comunidad masculina», ya que, como «en un anterior hallazgo, el cuerpo sepultado pertenece a un varón adulto». Además, el hecho de que el hombre fuera sepultado sin ningún tipo de ajuar «podría relacionarse con el voto de pobreza del primer cristianismo». En cuanto a la descripción de la tumba, el enterramiento «sigue una tipología de la antigüedad tardía, excavada en la roca en forma de bañera y cubierta con losas», señala el arqueólogo. A pesar de abrir un gran interrogante, los restos de construcciones y la cubeta descubiertas «parecen apuntar a que nos encontraríamos en una zona de producción», apunta Riera, quien añade que son «los biólogos los que tendrán que determinar ahora de qué tipo de producción se estaría hablando». La estructura está delimitada por un muro de piedras ligadas con arcilla, mientras que la cubeta «aparece excavada en la roca y su interior presenta un reboque de cal». Una canaleta, «posiblemente formada por un paso constante de líquido», junto a la cubeta da fuerza, en opinión del experto, a la teoría de que en este asentamiento se podría haber desarrollado una intensa actividad de producción.

Mateu Riera recordó que existen otros asentamientos menores diseminados por toda Cabrera (incluso uno en la isla de Conejera), indicativos de que «esta comunidad monacal habría mezclado el cenobitismo, una vida en comunidad que se habría desarrollado en el yacimiento principal, con el eremitismo, grupos más aislados testimoniados por yacimientos secundarios». Cabe decir que la primera y única referencia literaria que existe sobre este asentamiento monacal se encuentra en una epístola del papa Gregorio Magno del año 603 d.C. Históricamente, los siglos V al VII d.C se corresponden con los siglos oscuros y no se conoce con exactitud todo lo acontecido en la isla de Cabrera. Las distintas campañas arqueológicas que se están llevando a cabo en la isla de Cabrera se enmarcan dentro de un proyecto que subvenciona el Ajuntament de Palma a través de su área de arqueología. Anteriormente a los hallazgos del pasado marzo, las excavaciones tuvieron importantes resultados cuando se descubrieron restos materiales que documentaban el encarcelamiento de los franceses en la Isla en el siglo XIX. Asimismo, en distintas prospecciones realizadas sobre el terreno aparecieron sobre la superficie restos de monedas, vídrio y cerámicas, algunas de ellas con graffitis de simbología religiosa.