En una calurosa noche de sábado, a pesar de su condición de
cantante y no de torero, Miguel Bosé tal vez se reencontró con el
espíritu de su padre y salió al ruedo del Coliseo Balear a lidiar.
El aforo no llegaba a la mitad, pero la gente tanto en la grada
como en la platea vibró al ritmo de su cuerpo y de sus canciones,
tan festejadas como si en lugar del micrófono tuviese en sus manos
la muleta y el estoque.
Super puntual, el artista inició su set que según había predicho
sería de dos horas y veinte minutos. Y cumplió. Paseó sus éxitos de
siempre alternados con su nueva producción discográfica y excusa
para su extensa gira, el tour «Velvetina 2005». El concierto, algo
desangelado, estuvo sostenido desde cuatro lugares. Por un lado en
el innovador pero poco práctico escenario movible, una estructura
de ocho por diecisiete metros que se abría y cerraba a modo de
mampara. Las luces, otra de las aristas de ese cuadrado
escenográfico, aparecieron no sólo como un efecto más, si no con
identidad para simular, abrir o cerrar las canciones o crear
climas.
El tercer elemento fue sin duda las proyecciones de los
videoclips de su nuevo disco, «Velvetina», cada uno con su estética
particular, algunos más entretenidos que otros, pero todos de
excelente calidad. Y el sustento final del espectáculo, la razón de
ser de todo e show, fue sin dudas Miguel Bosé, su voz, sus
coreografías, sus manerismos, sus músicos y sus canciones. «May
Day», «Ojalá ojalá», «Hey Max», «La tropa del rey», «Paro el
horizonte», «Tu mano dirá», la festejadísima y marchosa «Ella dijo
no», fueron algunos de los temas que acompañados de sus respectivos
clips, presentó a modo de casi estreno aquí en Palma.
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