Sin las caras famosas que en otros tiempos ayudaban a adornar
estas noches de Valldemossa, provocando el revoloteo de la prensa
gráfica, Noches Mediterráneas daba inicio, el pasado sábado, a la
segunda jornada de un programa que ha perdido la parte más
importante de su identidad musical, esa exquisitez que atesoró
durante su primera época, brindándonos auténticas delicias
musicales. Esta era una propuesta digna de ser repartida por el
resto de las islas pero que, ahora, cuando ha llegado su
exportabilidad, entra en una falta de ideas o de recursos
presupuestarios. En cualquier caso, sería una lástima que esta
cabecera acabara convirtiéndose en otra propuesta musical veraniega
sin más.
Afortunadamente no todo anda perdido, y como revulsivo a esa
decadencia, este ciclo nacido en y para Costa Nord, todavía nos
permite compartir alguna que otra velada de auténtico lujo musical.
Una distinción que ha llegado desde el gospel, una música instalada
como constante de éxito, musical y popular. Basta recordar a The
Golden Gospel Singers o Ladysmith Black Mambazo, de citas
anteriores.
El encargado de marcar la diferencia fue el Soweto Gospel Choir,
una multitudinaria formación que ha conseguido la máxima
respetabilidad. Unieron tradición y contemporaneidad, el sentir más
africano de una música que nace en la devoción y prosigue con la
adaptación de pop, funk, soul o incluso del hip hop. Fue un
espectáculo completo con una coreografía siempre elegante y nada
empalagosa, en el que la danza también jugó su papel más
tradicional.
Las voces de Sudáfrica, bajo la dirección de un singular David
Mulovhedzi, arropadas por la percusión y puntualmente por una
instrumentación más convencional, llenaron el espacio de un gospel
arraigado en el folclore africano. Frente a un auditorio que llenó
el aforo, repasaron parte de sus dos trabajos discográficos «Voices
From Heaven» y «Blessed».
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.