William Ewing, comisario de la exposición que ayer se inauguró
en la Fundación La Caixa, relacionó las fotografías del japonés
Shoji Ueda (1913 - 2000) con la sensibilidad del jazz aduciendo
que, como hacen los intérpretes de dicho estilo, «presenta un tema
y juega con él». La muestra, que reúne una larga trayectoria de más
de setenta años, se titula «Una línia subtil» y se ha organizado
entre la citada entidad y el Mussé l'Elyssé de Laussane (Suiza),
del que Ewing es director.
La exposición, de la que también es comisario Gabriel Bauret,
recoge las distintas etapas en el trabajo de Shoji Ueda, un
fotógrafo que apenas salió de su provincia natal, Tottori, pero
cuyas imágenes forman parte de colecciones como las del Centro
George Pompidou de París o el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Una obra que, como recordó ayer William Ewing no sin cierta ironía,
debido a la calidad de la exposición, correspondería a su faceta de
'aficionado' ya que se ganaba la vida haciendo fotos de encargo
desde su tienda y estudio fotográfico.
«Una línia subtil» hace referencia «literalmente a la forma de
mirar de Shoji Ueda, muy aguda, y también a que lo que no aparece
en la foto es tan importante como lo que sí aparece», señaló Ewing,
y añadió que esa «sutileza es el resultado de una combinación de
elementos como la línea, la forma, el personaje...». Ueda «no tiene
en cuenta al individuo por sí mismo, sino como parte de la
humanidad, es un humanista que celebra al ser humano en su
entorno». La exposición se ha dividido en siete ámbitos que recogen
sus inicios, datados entre 1929 a 1949; el «Teatro de las dunas»,
(1945 - 1951), en el que se cuelgan sus imágenes más conocidas,
personajes sobre las dunas de Tottori encarnados primero por su
propia familia y más tarde por actores; los cincuenta son años de
naturalezas muertas y paisajes, composiciones de objetos sobre la
arena con las que consigue imágenes que se asemejan a cuadros
surrealistas, aunque sus referencias no fueron los creadores de
este movimiento, sino el fotógrafo Jacques Henri Lartigue; Los
niños pueblan las instantáneas de 1955 a 1970 y el artista se
aproximó a ellos no como personas, sino como «objetos» de sus
montajes; «Paisajes y memorias» (1970 - 1985) y «Retorno a las
dunas», 1980 - 1999, son los últimos apartados.
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