Buscando las huellas de la perdida ciudad romana de Tucis,
Llorenç Alajarín, profesor del IES Francesc de Borja Moll, encontró
hace unos meses, en el municipio de Petra, en pleno campo, un par
de cuevas artificiales que corresponden a unos hipogeos
pretalayóticos, es decir, lugares de enterramiento. Alajarín, tras
recorrerlas y tomar imágenes del hallazgo, puso éste hecho en
conocimiento del servicio de Patrimoni Històric del Consell.
Técnicos de dicho departamento confirmaron ayer a este diario los
hechos y explicaron que «sobre una de las cuevas no se tenía
conocimiento, así que es un descubrimiento completo del profesor
Alajarín» y de la otra «sólo se sabía de su existencia por Mascaró
Passarius». Tras «agradecer» la colaboración de este ciudadano,
«que vino a traernos la información y la documentación que recogió
y dijo que no quería ningún protagonismo», los técnicos del Consell
señalaron que «aunque por ley estas cuevas ya son Bien de Interés
Cultural (BIC), estamos preparando los planos de limitación de su
entorno y, probablemente, a primeros de 2006 ya se presente el
expediente a la Ponencia Técnica». La delimitación de un espacio
libre alrededor de los yacimientos contribuye a su
preservación.
Alajarín cuenta que durante un paseo por el campo «vi un agujero
en la tierra que parecía un pozo, pero la existencia de una olivera
al lado me hizo recordar las tumbas descubiertas en el Puig des
Molins, en Eivissa, por lo que quise ver de cerca lo que había». El
profesor añade que «el agujero tenía una profundidad que no llegaba
al metro y, enfrentadas, dos entradas laterales». Tras retirar unas
ramas y unos alambres de hierro con púas, «accedí a una cueva que,
inmediatamente, me pareció que era artificial y muy antigua, tenía
unos cuatro metros, dos cavidades laterales a ambos costados y al
fondo una superficie elevada, una especie de altar y al fondo una
salida por la que debían haber entrado y salido las ovejas».
Tras resumir su hallazgo, este amante del patrimonio asegura:
«Estoy satisfecho de mi hallazgo, pero no por el prestigio personal
que podría representar, sino porque fue muy emocionante acceder a
una obra tan lejana en el tiempo y tan cercana en el espacio». En
sus palabras se nota que conoce y valora el pasado y la memoria
histórica: «Toqué la pared como señal de respeto y desde una
tecnología tan complicada como es la cultura actual intenté
comprender lo que estaba viendo: la obra de unos seres humanos
inmersos en un mundo más difícil». Alajarín también relató su
hallazgo al arqueólogo Javier Aramburu, quien destacó ayer el valor
del mismo y apuntó que «merece la pena hacer unas catas para saber
si el yacimiento está intacto». Ahora, el resto queda en manos del
CIM.
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