El espionaje estático tras la Guerra Fría, la corriente
psicotrópica y el declive del sueño americano son algunas de las
tesis principales de las que Rosa Planas se sirve en su última
novela, «La ciutat dels espies indefensos», recientemente publicada
por Planeta, para diseccionar la Mallorca de los años sesenta.
«En un tono humorístico, describo Mallorca como un lugar de
residencia para espías retirados en una trama que tiene como tema
de fondo la instalación de una cultura optimista de la droga»,
explica la escritora, aunque reconoce que el argumento «contiene
momentos futuristas , pinceladas de ciencia ficción y una
observación cotidiana muy minuciosa». Fruto de esta última práctica
son las reflexiones críticas sobre la ecología, la alimentación o
la cultura del éxito.
Escrita con la hábil estructura de thriller con la que ya dotara
a su anterior libro «Les màscares de Florència», «La ciutat dels
espies indefensos» está protagonizado por Bastian, un espía
inactivo que vuelve a la acción para localizar a Enoc, «un químico
ruso que había trabajado durante décadas en un proyecto relacionado
con las drogas en la Universidad de Berkeley, Califòrnia, y que
desaparece cuando descubre la fórmula de la inmortalidad».
Rosa Planas, asimismo, acaba de embarcarse junto al editor
Lleonard Montaner y el Institut d'Estudis Baleàrics, en la
publicación de «Segell», «revista de pensamiento sobre el judaísmo
europeo, su historia y su actualidad». Afirma que su primera
edición ha tenido muy buena acogida porque «ha nacido para llenar
un hueco de tratamiento monográfico de la cultura judía». Además,
la escritora se encuentra preparando un ensayo sobre «Literatura y
Holocausto», que se publicará en breve.
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