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JOAN CABOT El Festival PING sigue conservando su encanto de campamento de verano. No es sólo que reúna un buen puñado de propuestas artísticas interesantes. Además de exposiciones y conciertos, uno tiene la sensación de estar de campamento o algo así. En otro contexto la reacción de la gente sería totalmente diferente, pero en Sa Taronja el arte contemporáneo resulta divertido y cercano.

En cuanto a los actuaciones de la noche del sábado, lo más destacado fue el concierto de Barbara Buchholz. La thereminista alemana ya ha visitado la Isla en diferentes ocasiones y para muchos sigue siendo una sorpresa encontrarse con un instrumento como aquel. El theremin es muy divertido, cualquiera que haya trasteado con él se lo habrá pasado en grande, pero lo que hace Buchholz es otra cosa. Su manera de tocar es fruto de la práctica y la sensibilidad y verla en concierto es algo fascinante.

Además de ofrecer una serie de talleres, en Sa Taronja ofreció el sábado su segundo recital en el festival, en esta ocasión más rítmico. Si el jueves se dedicó a mostrar las posibilidades del theremin para crear texturas, en esta ocasión interpretó sus propios tema, además de explicar algunas historias, tanto sobre el instrumento que toca como sobre las canciones mismas.

También fueron fascinantes los experimentos de Andre Bartetzki y Lenka Zupkova. Esta última exploró todo tipo de sonidos saltándose las reglas de cómo tocar un violín, mientras el primero creaba crepitantes cojines electrónicos. De hecho, Bartetzki fue el protagonista de alguno de los mejores momentos del concierto, en el que se dedicó a modificar con su ordenador algunos de los sonidos que iba interpretando Bartetzki. Pero el sábado fue, sobre todo, la noche de la danza contemporánea, con el espectáculo Clavo o Memoria de Erizo, de Isabel Castro y Cati Carrasco, ocupando el jardín y con una puesta en escena sorprendente y H2O, de Eve Neeracher, de nuevo con Andre Bartetzki a la música. Para rematar la noche, más artes escénicas con Hazard, de Weltausstellung.

El público, que no tenía ganas de nada de esto, tenía, además, la oportunidad de pasear por las exposiciones y jugar con las más interactivas. Especialmente divertida fue Silent Call, de Weltausstellung, una de las instalaciones más visitadas.