Hubo un tiempo en el que pensamos que Paco de Lucía iba a abandonar, sino el mundo de la música, sí el de la escena. Y él, en cambio, nos lo debatió con Cositas Buenas, un álbum que lo llevó de nuevo hace tres años, cargado de vitalidad, por los escenarios más destacados. Ahora sigue siendo ésta la perfecta excusa para presentarse sobre un reducido y escogido número de escenarios. Y digo excusa perfecta porque del álbum no deja de ser un claro punto de encuentro del tremendo arte que ha destilado a lo largo de una dilatada carrera.
Pero diría más aún, Paco, el gran Paco hijo de Lucía, sigue mostrando una tremenda necesidad de comunicar sus emociones más auténticas a través de su música y su instrumento, de compartir ese sentimiento visceral solo templado por la cordura del toque de una guitarra que recorre terrenos donde las piezas nos pertenecen a ningún tiempo determinado. Pasado y presente se funden en una misma danza de notas. Claro que fueron 'cositas buenas', mucho más de las que atesora su última producción, pero con un buen repaso de ésta llena de bulerías y algún que otro tango.
El guitarrista irrumpió en el Palma Arena en medio de una gran ovación ocupando la parte central del escenario solo con su guitarra, como rige el protocolo no escrito de sus conciertos. Sobriedad absoluta para poner los puntos sobre la 'íes' del flamenco más austero. Punto de partida para ir aderezando, poco a poco, su toque fluido, firme, seguro, brillante y magistral con el resto de la comparsa. Primero con el cajón del Piraña, después palmas, y así dar cabida al resto en una primera parte de cuarenta minutos dedicada a poner cada cosa en su sitio, sin excesos y con las florituras justas, obligándonos a escuchar un flamenco más puro y austero.
Luego llegaría el tiempo para ese campo de fusiones, de alteraciones rítmicas, de florituras apasionadas y apasionantes. Esas aportaciones con las que el Maestro ha abierto los caminos de su arte y en las que se rubricaron junto a Niño Josele "vaya segunda guitarra de lujo- momentos explosivos y de auténtico delirio musical. Porque el toque de Paco de Lucía sigue en la cresta de la ola.
Y así lo entendió y corroboró un Palma Arena, lleno hasta los topes, ovacionando al invitado. Un centro deportivo al que hay que reconocer haber superado la prueba de fuego que suponía este concierto, mostrándose como una válida alternativa para este tipo de conciertos. Válido por una acústica bastante aceptable, y válido también por ese escenario bien aderezado y ataviado, como para vencer la frialdad de unas instalaciones de estas características.
Un concierto que, además, inauguraba esa marca de identidad que se pretende con el proyecto de Artes Escénicas y que de momento nos hace confiar en buenas expectativas.
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