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MARIANA DÍAZ «Hasta que no subamos al rosetón y evaluemos la situación no sabremos si podremos poner cristal de seguridad o no». Así se expresaba ayer Bartolomé Bennassar, aparejador diocesano, respecto a las obras de restauración de la vidriera mayor de la Seu tras el desprendimiento de dos cristales de la misma el pasado miércoles día 14.

Una vez que cayeron los cristales, en la Catedral se plantean acometer la rehabilitación completa de la pieza, aquejada de grietas en los nervios de piedra de marés y también con varios vidrios rajados. De momento, los operarios comenzaron ayer a montar el andamio exterior bajo el rosetón, pero lo complicado y mucho más costoso resultará instalar el interior, de cuarenta metros, para los que Bennassar busca presupuesto en un par de empresas mallorquinas. En el interior también se colocará la malla de seguridad para evitar accidentes en el caso que hubiera más desprendimientos. «Para la restauración se necesitan los dos andamios», apuntó el aparejador.

En lo que se refiere al vidrio de seguridad o protección, los rosetones plantean más problemas que las clásicas vidrieras góticas, ya que sólo hay dos maneras de colocarlo, cristal por cristal o en una pieza circular que lo cubra todo, pero ambas soluciones son problemáticas, «porque no sabemos si el rosetón aguantaría el peso».

Bennassar recordó que «sabíamos cómo estaba el rosetón, que había cristales partidos, por eso, por ejemplo, prohibimos colocar focos arriba durante el Atiarfoc, porque a veces, cuando suben operarios, como los cristales tienen polvo la gente escribe su nombre en ellos, lo que supone mucho peligro».

A partir de ahora, una vez instalados los andamios, lo que llevará unos días, «lo primero será subir arriba y verlo», no sólo en vistas a la rehabilitación, sino al análisis de lo que pudo suceder tras el espectáculo piromusical del pasado día 20 de enero. Investigar el estado del mortero que une los cristales dará pistas. También se tendrá que investigar si el mortero se puede sustituir por silicona. Pero en tierra, sin ascender a las alturas del tejado de la nave central, el aparejador está convencido de que el Atiarfoc «ningún bien hizo al rosetón». ¿Está seguro? «Indudablemente», contesta, «porque aquella noche estaba con los agentes de la Patrulla Verda y todos comprobamos que los cristales vibraban». Bennassar recomendó que no se sobrepasaran los 78 decibelios «porque durante las pruebas previas, con esa intensidad no vibraban». Bennassar se muestra contrario a que se celebren espectáculos pirotécnicos en el casco antiguo porque no sólo sufren las vidrieras, «sino otros elementos arquitectónicos como, por ejemplo, los pináculos».

Por otra parte, el Consell aún no ha emitido su informe.