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CARLOS RUIZ
Quizá a algunos les salte una lágrima al ver el nuevo estilo de Dover; otros, en cambio, creerán haber descubierto un nuevo grupo pop-rock con sonidos electrónicos. La banda madrileña, tras cinco años sin tocar en la Isla, confirmó su transformación la noche del viernes en el Parc Sa Torre de Felanitx. Bajo los eléctricos colores de las luces de neón, Dover tocó temas del primer disco de su nueva etapa, Follow the city lights, y arrancó el corazón de antiguos clásicos para ponerles uno artificial, que, de momento, son aceptados por el respetable. No hubo cuero, ni pinchos, ni cabezas melenudas moviéndose al son de las letras del grupo. Cualquier atisbo de la esencia del rock brilló por su ausencia. Los fieles de tiempos pasados decidieron quedarse en sus casas o disfrutar de las decenas de paraditas que ofrecía la verbena de Felanitx. Un nuevo público, que llenó más de la mitad del aforo, se ha adherido a los sonidos de Dover. La banda ofreció un concierto de poco más de una hora que giró en torno a las excentricidades de la cantante, más tiempo en el suelo que en posición vertical, y la sensación de que nada volvería a ser como antes.

Entre el repertorio que mostraron, se dejaron oír temas como You & me, Do Ya o Let me out y clásicos con evidentes mutaciones musicales, como la ópera prima del grupo, Devil Came to me, y DJ, Cherry Lee, King George o Serenade, esta última aclamada por los asistentes.

Un buen día Dover decidió cambiar, hastiados de los ritmos que les han acompañado toda su carrera, quisieron probar nuevos sonidos. No sé si han convencido a los suyos, sin embargo, ayer quedó una cosa clara, toquen lo que toquen siguen divirtiéndose encima de un escenario.

Habrá que esperar si el nuevo sendero que han escogido los madrileños lleva a buen puerto o, por el contrario, deberán refugiarse en la gloria que alumbraba su camino en tiempos pasados.