«Carai que és bo!», exclamó Joan Miró al beber, por primera vez, su cóctel homónimo, creado para la ocasión. El momento ocurrió en el consistorio de Barcelona en el año 1978 durante la celebración de la entrega de la Medalla de Oro de la ciudad al pintor. María Dolores Boadas, hija del creador de la coctelería Boadas, se lo sirvió en una bandeja con dos copas, una para Miró y otra para el alcalde José María Socias Humbert, fallecido el pasado noviembre.
«Se lo bebió de un sorbo ante la atenta mirada de su mujer», recordó María Dolores, actual propietaria junto a Josep, su marido. Toda una vida dedicada al mundo del cóctel. Su padre, nacido en La Habana (Cuba), inauguró el local hace 75 años a pocos metros de la Ramblas, en el primer número de la calle Tallers.
«El cóctel Miró se ha internacionalizado», explicó Josep, quien precisó que «nos pidieron la fórmula en algunos establecimientos de Nueva York en el año Miró y aún lo sirven». La pócima, que se servirá el día 23 de diciembre en la Fundació Pilar i Joan Miró de Palma con motivo del homenaje al artista en el 25 aniversario de su muerte, incluye una parte de Dubonnet, una de Grand Marnier y otra de Whisky escocés. «Miró frecuentaba nuestra coctelería y solía beber whisky y Dry Martini como aperitivo», contó Josep, quien argumentó que «por ello, una bebida con su nombre debía tener whisky».
El recuerdo del pintor es «el de un hombre serio, introvertido y afable, que nos obsequió con una carta muy bonita» que cuelga de una de las paredes del local.
La coctelería mantiene la decoración original. La entrada al bar sumerge en otra época. No se percibe el bullicio de las Ramblas. «Nuestros clientes son amigos», opinó Josep, quien desveló que «en este oasis se han formado matrimonios». Es estéril solicitar la carta de cócteles. No hay. «Tenemos una lista de 10.000 bebidas y la solución es hablar para saber las preferencias y dejarse recomendar».
El creador de Can Boadas aprendió el oficio en el famoso bar Floridita de La Habana del que llegó a ser el primer barman en los años 10. A los 31 años, Miguel Boadas quiso conocer Lloret de Mar, la cuna de sus padres, y en la Costa Brava se enamoró. Se estableció en Barcelona y en el año 1933 montó Boadas Cocktail Bar. «No se cerró ni en la Guerra Civil, con una bandera cubana siempre en la entrada», concluyó Josep.
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