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CELIA HEREDIA El museo Es Baluard celebró ayer su quinto aniversario. Y lo hizo con un programa en el que los sonidos, el movimiento y el arte visual se fusionaron con las obras expuestas en el centro de arte ante un público numeroso y variado que, además de las diferentes actuaciones, pudo disfrutar de una jornada de puertas abiertas que se extendió hasta la media noche.

La compañía de Mariantònia Oliver preparó para el evento diferentes propuestas «respetuosas con las obras expuestas y con los espacios», apuntó Oliver, directora de la compañía. De todas ellas, la que más impacto causó fue el solo de una bailarina que, con la rigidez de sus movimientos, supo fusionarse con las obras de Anselm Kiefer. Más colorista fue la propuesta para la muestra Joan Miró. Cartells, en cuya sala tres bailarinas y un sofá interpretaron pequeños fragmentos del espectáculo La Petita Lula. El recorrido, que se repitió varias veces a lo largo del día, concluyó con unos personajes danzarines, integrantes de 'la familia tubería', que cobraron vida en la muestra Animar.te. Estas actuaciones, guiadas por un hombre vestido con recortes de periódico, se fueron alternandose con visitas dinamizadas a las diferentes exposiciones, donde dos guías interactuaban con el público para explorar con más profundidad las diferentes muestras. El programa, siguiendo la filosofía del centro, fue «abierto a la ciudadanía y a todas las artes», apuntó Aina Bauçà, del departamento de Difusión Cultural de Es Baluard, refiriéndose especialmente a la actuación de la compañía de danza Au Ments que se presentó con un espectáculo en el que «el teatro, la danza y la performance se unieron en un montaje, ante todo, visual, como las proyecciones que acompañaron a los sonidos glaciales y eléctricos de Vacabou, el grupo encargado de poner el broche final a este aniversario.