Sadam Hussein mató a su hermano, el poeta Lorca, el Iraquí, y desde entonces el nombre de su familia figuraba en la lista negra del dictador. Salió de su tierra porque «no podía más». Y desde 1995 vive en España. Traductor, poeta, novelista, editor y profesor en la Universidad Americana de Madrid, Muhsin Al-Ramli participa hoy en una lectura que complementa la exposición Dotze nits i Laylâ de Àngel Pascual Rodrigo. Será a las 21.00 horas en la Capellà d'Ullaró, en Campanet.
De momento, no piensa volver. La realidad de su país sigue sin convencerle. «Sin Sadam ha mejorado, pero las rencillas, las venganzas entre sunís, chiís, kurdos, turcomanos... siguen ahí. Más de 300 intelectuales y creadores han sido asesinados desde el final de Sadam. No hay seguridad, ni libertad. Cualquiera puede matarte por la calle».
En un país en el que, según dice, «desde los tiempos de Babilonia nunca se ha vivido más de diez años en paz», este escritor asegura que en Irak «la poesía es fundamental para sobrevivir. Vivimos en ella lo que no podemos vivir en la realidad». Es por ello, afirma, que «en Irak hay más poesía que soldados, armas o petróleo. La poesía se utiliza en todo, incluso en la guerra».
Al-Ramli salió de su tierra después de haber participado en la de Kuwait, donde fue prisionero de los kurdos. Al llegar a España, con una beca de estudios, trabajó «ilegalmente en lo que salía» para costearse la vida. Hoy es editor de la revista Alwah, la única publicación sobre poesía y cultura en árabe que se edita en España. Un «campo de libertad en el que se dice lo que no se puede decir en el mundo árabe» y que se distribuía clandestinamente «pagándose cada ejemplar seis veces más caro que cualquier otra publicación cultural».
Desde esta revista, así como desde su última novela, Dedos de dátiles, y en poemarios como Migajas Esparcidas, la particular visión de este intelectual iraquí presenta un mundo que a ojos de un occidental no deja de sorprender. Toda su obra bebe de sus vivencias. Experiencias que hacen que se decante más por la narrativa que por la poesía pues, como dice, «lo que quiero decir es mucho más que lo que quiero cantar». Con su «exilio» y lo que ha aprendido de nuestra cultura, principalmente sobre la Transición, Muhsin Al-Ramli quiere ayudar a su tierra de nacimiento. Se muestra convencido de que la situación actual mejorará. Que llegará un día sin guerras a la vista. Incluso «los iraquíes ya están cansados de matarse entre ellos», asegura, y empezar un futuro en el que su pueblo no tenga que vivir «en la miseria sobre un mar de petróleo y riquezas naturales».
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