-¿Cómo consiguió el puesto en la Biblioteca de Cort?
-Tras finalizar mis estudios de Bachillerato Superior y la carrera de Magisterio, en el año 1944 empecé a trabajar en Cort por oposición. El día que aprobé las oposiciones fue el más feliz de mi vida. Me aportaba seguridad económica y personal. En 1962 fallecía mi compañera Martina Pascual y yo cogí el mando de la biblioteca. Tardé 17 años en ascender.
-¿Qué tipo de libros se leían en ese momento?
-Siempre ha habido modas, pero, sobre todo, se leía mucha novela. A mi me encantaba Josep Pla y también los artículos de Gregorio Marañón. Siempre que podía, leía. Después, en los 80, la gente se interesaba más por la ciencia y otros temas.
-¿Había algún tipo de censura en los libros que llegaban a la Biblioteca?
-Sí que la había. Teníamos estanterías llenas de libros, sobre todo de literatura francesa y de autores como Víctor Hugo, que estaban retirados y en el dorso estaban transcritas las iniciales I.N.F., que significaban Infierno. Nadie los consultaba. Yo siempre he sido muy abierta, e incluso me llamaron a la atención por mantener una amistad con una mujer protestante.
-¿Qué tipo de público acudía habitualmente a la Biblioteca de Cort?
-Todo tipo de público, desde mujeres, que tenían total libertado para consultar y leer libros, hasta estudiantes y mucha gente que venía sólo para consultar la prensa diaria o el Boletín Oficial del Estado. Además, con la calefacción y la iluminación se estaba muy bien, muchos venían sólo por eso (risas).
-¿Qué peculiaridades surgían en su labor como bibliotecaria?
-Sobre todo, había que tener mucho orden con los libros. Un libro mal colocado era un libro perdido. También nos encontrábamos con un problema de espacio, que era muy pequeño y los libros te invadían. Además, los archivos estaban guardados encima de la biblioteca y tras un incendio muchos se perdieron y el resto los bajaron.
-¿Cómo fue la transición del régimen de Franco a la democracia?
-Yo no note nada ni ningún cambio. Lo que sí cambió con los años fue el sistema de préstamo. Se dejaban los libros durante una semana y el único requisito era ser socio.
-¿En qué lengua era más común la lectura?
-En castellano. En aquellos tiempos la gente de Palma hablaba en castellano o francés. En el colegio me quitaban puntos por hablar en mallorquín. Sobre todo se leía a Camilo José Cela y a Josep Pla.
-De no haber sido bibliotecaria, ¿a qué se hubiera dedicado?
-Siempre he sido una mujer muy vital y me considero afortunada, pero de no haber sido bibliotecaria me hubiera dedicado al canto. La música clásica me chifla. También me gusta mucho viajar.
-¿Ha vuelto alguna vez a la Biblioteca?
-Desde que me jubilé sólo he ido una vez. No he tenido más deseos de volver.
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