«San Juan dijo: 'el que no ama está muerto' y yo me atrevo a decir: 'el que no inventa, no vive'», afirmó la novelista catalana al comienzo de su discurso, que abrió con una mención al gran poeta chileno Gonzalo Rojas, galardonado con este premio en 2003 y fallecido el pasado lunes, e hizo extensivo este recuerdo a todos los Cervantes fallecidos.
Instantes después de recibir de manos del rey el premio más preciado de las letras hispánicas, en una solemne ceremonia que tuvo lugar en el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares, Matute confesó que a ella no se le dan bien los discursos y dejó claro que prefiere «escribir tres novelas seguidas y veinticinco cuentos, sin respiro, a tener que pronunciar» uno.
Esta mujer de aspecto frágil, muy elegante hoy con su traje de raso gris perla, no subió a la cátedra desde la que habitualmente se lee el discurso, sino que lo hizo abajo, sentada en su silla de ruedas y junto al público.
Y en su alocución aludió a «la felicidad» que la embargaba -"*por qué tenemos tanto miedo de esa palabra"?-, y dijo que el Cervantes lo considera «como el reconocimiento, ya que no a un mérito, al menos a la voluntad y amor» que la han llevado a entregar su vida a la Literatura.
La capacidad de invención del escritor fue quizá el hilo conductor de su emotivo discurso, en el que habló de su infancia y de sus comienzos como narradora y en el que apenas hubo referencias a Cervantes, aunque sí aludió, sin nombrarlo, al Quijote, ese «hombre bueno, solitario, triste y soñador», que «creía en el honor y la valentía, e inventaba la vida».
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