La actriz Judith Diakhate (Madrid, 1978) posa para este periódico en el Museu Es Baluard de Palma. | Eugènia Canyelles

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Siempre se ha quejado de que el cine no refleja la realidad de España. A Judith Diakhate (Madrid, 1978), hija de padre nigeriano y madre española, le gustaría que se le viera más como española que como inmigrante. A algunos directores les asusta contar con ella si no hay un componente que justifique su color de piel. En Alacrán enamorado, de Santiago A. Zannou, interpreta a Alyssa, una madrileña hija de inmigrantes que consigue seducir a un violento neonazi dominado absolutamente por el odio. Una fábula de contrastes en la que se codea con Javier Bardem, Miguel Ángel Silvestre y Álex González. La historia contiene dosis de realidad, «está pasando en Europa, grupos radicales que ven al inmigrante como el máximo enemigo».

—¿Cómo ha ido el rodaje de ‘Alacrán enamorado’?

—Muy intenso. Para mí era un proyecto que, por lo que conlleva, me apetecía mucho implicarme porque de alguna manera me toca.

—¿Cuál es el argumento?

—Está basada en la novela de Carlos Bardem. Alyssa, mi personaje, era latinoamericana y además había estado en una red de prostitución. Esta parte de la historia, por tema de tiempo y de guión, no se podía contar. Entre todos decidimos que sería muy interesante llevarlo a una realidad actual. Entonces esta chica no es inmigrante, es española, madrileña, una mujer de barrio que viene de una generación en la que los padres son inmigrantes.

—¿Qué papel hace Javier Bardem?

—Es el líder del grupo de neonazis. Coincidimos poco, una pena.

—¿Qué tienen en común Alyssa y Judith?

—Me siento muy identificada porque ella lucha a través del amor y no del odio, a pesar de que ella se ha sentido odiada o despreciada por su color de piel en muchos momentos.

—¿Condiciona su color de piel a la hora de conseguir un papel?

—El físico siempre te condiciona. La integración en España todavía está muy lejos en comparación con otros países europeos o de América.

—¿Por qué sucede?

—Porque hay muchos prejuicios. A mí normalmente me cuesta acceder a un personaje como española. Y yo lo soy. Siempre me he quejado de que el cine no refleja la realidad de este país. Los directores piensan en mí cuando el papel requiere mis características. A veces me molestaba que siempre se contara conmigo para hacer un papel de inmigrante.

—¿Entiende que ocurra así?

—No es cuestión de entender o no entender. Estoy encantada de hablar de la inmigración y de todos los prejuicios que hay en torno a ella. Se nos olvida que España ha sido un país de inmigrantes. Se trata de atreverse o no atreverse. Hay directores que se han atrevido, como Jorge Sánchez Cabezudo. A otros les asusta más si no hay un componente que justifique mi color de piel. En mi sector la gente no se atreve a poner a una mujer negra si no es para que justifique un tema que salga en el filme.