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El escultor y pintor Miquel Morell falleció ayer a los 89 años en Albacete, ciudad en la que residía desde hace años desde que decidiera abandonar Mallorca «para no volver», según sus propias palabras. El artista, que trabajó en este periódico en la sección de corrección, fue un rebelde contra los convencionalismos y la comercialización burguesa del arte. Se mostró siempre crítico con el academicismo imperante durante el franquismo y fundó, junto a una quincena de creadores, el Grupo Tago.

De padres mallorquines, Morell nació accidentalmente en Granollers en 1923 y pasó su infancia en Palma. En Ciutat desarrolló la mayor parte de su actividad artística, siempre a contracorriente de las modas y los modos tendentes a la comercialización de la cultura, con el éxito social como premisa, muy por encima de lo valores intrínsecamente culturales. Bajo ese espíritu crítico y pesimista, Morell se inscribe en la nómina de los «artistas marginados».

Giacometti, Moore o El Greco fueron sus referentes, hecho que queda patente en lo esquemático y estilizado de su obra, en especial sus esculturas de alambre, hierro o madera, sin importar la calidad de los materiales, generalmente «pobres». Precisamente, una de sus obras fue cedida recientemente al museo modernista Can Prunera de Sóller.