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«Cuando escribía sobre Mossén Alcover veía a Pere Llabrés [canónigo fallecido en 2006], un cura culto, interesado por la arquitectura y el patrimonio y que sabía muchas cosas». Así se expresaba el historiador Pere Fullana, coautor, junto al filólogo y profesor de la UIB Nicolau Dolç Salas, del libro Antoni Maria Alcover y la Seu de Mallorca , que presentan mañana, a las 20.00, en la Catedral, en un acto en el que se anuncia la presencia del obispo Javier Salinas.

«Acabar con los estereotipos y la simplificaciones» sobre la figura de Mossén Alcover es uno de los objetivos del libro. Lo asegura Nicolau Dolç, para quien Alcover, canónigo fabriquer , magistral y vicario capitular de la Seu fue mucho más que un recopilador de rondalles .

«No era un lingüista aficionado, ya que en este campo estaba en contacto con las teorías más avanzadas de la época»; además, «fue evolucionando» y «utilizó la estructura eclesial en favor de una determinada labor atípica», explica Dolç, el estudio «hasta en el pueblo más perdido del Pirineo, traspasando las fronteras del Estado», de la lengua catalana para la elaboración del diccionario que lleva su nombre.

Alcover perteneció al equipo de canónigos que rodearon al bisbe Campins entre finales del siglo XIX y principios del XX y dirigieron la restauración que Antoni Gaudí llevó a cabo en el templo, una reforma que implicaba, no sólo un cambio arquitectónico y decorativo en el interior del mismo, sino, sobre todo, una nueva «concepción de cómo ellos entendían que tenía que ser la liturgia, en la que el espacio es fundamental para el mensaje», comenta Pere Fullana. Eran «hombres de letras y sabios que controlaban las ideas y tenían una relación directa con Gaudí y Rubió».

Además de Alcover, el grupo lo integraban Martín Llobera, Costa i Llobera y Mateu Rotger.

El canónigo Alcover estuvo implicado en muchos frentes, señala el historiador. «Creó el museo de la Catedral, se preocupó por el tema del turismo, por la biblioteca y el archivo, y mantuvo un diálogo con la sociedad civil, fue vicepresidente de la Arqueològica Lul·liana, perteneció a la Academia de Bellas Artes, día a día asistía a actos, inicios de cursos y conferencias».

La arquitectura fue otro de sus intereses, que dejó patente en forma de ermitas e iglesias. «A veces contaba con indicaciones de Gaudí», comenta Dolç, quien destaca que una de sus aportaciones al libro ha sido el análisis de casi 200 sermones inéditos del mossén , de los que en esta publicación se transcriben sólo ocho. Sus prédicas aunaban lo religioso y lo didáctico y Dolç destaca el sermón que pronunció tras la muerte de Campins, en el que combinó la «añoranza y la justificación de toda su política».