PALMA BOTA CULTURA JAUME BALAGUERO

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Su primera incursión en el celuloide responde a un acto de pillería. Jaume Balagueró (Lleida, 1968) quería participar en el festival Clermont-Ferran de Francia con su primer corto, Alicia. Le hicieron rellenar un formulario en el que debía incluir su filmografía y le advirtieron que si dejaba un espacio en blanco no le seleccionarían. Se inventó tres cortometrajes: El niño bubónico, La invención de la leche y Destrucción de un ojo. Finalmente lo admitieron y esos filmes son hoy leyenda. Más tarde vendrían REC, REC2 o Mientras duermes. Ésta última la presentó ayer en la Sala Augusta, dentro del Cicle de Cinema d'Autor de la UIB.

«Muchas veces la gente me pregunta cómo puede ver esas películas, incluso una persona me llegó a decir que le fascinó La invención de la leche», comenta entre risas. Balagueró no siempre ha contado historias de terror, aunque es un género que le atrae especialmente. «He sido un niño muy freak en ese sentido», matiza el cineasta, quien concibe REC y REC2 como «la reinvención de una narrativa llevada al límite, un lenguaje subjetivo, casi de reportaje, de cámara en mano». Él, sin embargo, no se siente precursor de este tipo de lenguaje en España, pero sabe que lo es. Antes de REC filmó, junto a su amigo Paco Plaza, un documental sobre Operación Triunfo. «Creó mucha controversia, se especuló mucho, decían que lo hacía por dinero».

En Mientras duermes coquetea con el terror, aunque es un thriller. «La propuesta de Mientras duermes es que el espectador no va con la víctima, como es habitual, sino con el malo. Queríamos conseguir que el espectador participe y comparta los actos malignos del portero –interpretado por Luis Tosar. El espectador estaba en combate consigo mismo».

Tosar estuvo nominado a mejor actor en los Goya por su papel en Mientras duermes. Pero Balagueró no estuvo invitado. «No tengo ninguna relación, no debo caer muy bien o algo. Da igual, no me preocupa», dice. ¿Sería una pesadilla ir? «Un poco sí, por un lado hace ilusión, pero, por otro, es un poco pesadilla, estás muy pendiente de los nervios, que si voy bien vestido... estas cosas son molestas», apunta, antes de reconocer que la última gala fue «un poco aburrida». El director es contrario a reivindicaciones políticas. «Es la fiesta del cine y de lo que se trata es de ganarse al público, no lo mezclaría con otras cosas, pero a título personal cada uno puede hacer lo que quiera».