El humorista Moncho Borrajo en el Auditòrium de Palma. | Teresa Ayuga

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Quiso hacer radio y no le dejaron. Quiso escribir en prensa y tampoco pudo. Quiso publicar dibujos de humor y no se los aceptaron. Uno tiene que pagar un peaje en esta vida y él pagó meterse con la casta política. Moncho Borrajo (Ourense, 1949) recuerda la época de la Transición donde «los políticos eran políticos». «Ahí estaba Carrillo, ahí estaba Fraga, gente coherente que te podía gustar o no su ideología, pero sabían hablar. No tenían que estar con el papel todo el día porque sus ideologías las tenían claras. Ahora el PSOE y el PP son lo mismo cambiando un capullo por una gaviota», apunta el humorista, quien representará Yo, Quevedo, hoy y mañana, a las 22.00, en el Auditòrium de Palma.

Nieto de republicano e hijo de socialista, Borrajo nunca ha sido servil. «Mi padre siempre me decía: ‘La cabeza no la bajes ante nadie, en todo caso para ayudar a un niño o a un anciano'». Se describe como una «mosca cojonera» que siempre se ha metido con el poder, algo que no han entendido algunos partidos, aunque a él no le importa.
«Con sesenta y tres años ya no cambio, sigo sin meterme con cojos, tartamudos, minusválidos y subnormales. Jamás he hecho chistes de estos temas, pero sí me sigo metiendo con el nuevo rico, el pijo, el prepotente... esos me van bien a todas horas», explica.

A quien también tiene en el punto de mira es a la Familia Real, a excepción de la reina Sofía, que «ha sido capaz de capear la boda de su hijo y las infidelidades del Rey». Por ejemplo, de la infanta Cristina opina que «es la única mujer que se mete en la cama con un hombre y no sabe su cuenta corriente, cuando todas las demás saben la calderilla que llevamos en el bolsillo». Borrajo cree que aún «quedan políticos honrados, pero no les dejan hablar. Quien lame mejor el culo y mejor está callado es el que más sube y está al lado del gordo».