El poeta Joan Margarit sostiene su última obra, ‘Es perd el senyal’, ayer en la librería Jaume de Montsó. | Miquel Àngel Canals

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«No sé hacer otra cosa que no sea poesía», dice el poeta y arquitecto Joan Margarit (Lleida, 1938) durante una conversación extensa, con explicaciones pausadas, impregnadas de ejemplos y anécdotas biográficas. El autor catalán, Premio Nacional de Poesía en 2008 por la obra Casa de Misericordia, ofrecerá esta tarde, a las 20.00, un recital «solemne», organizado por el Círculo de Bellas Artes de Palma y presentado por Antonio Rigo, en la librería Jaume de Montsó (Palma), que no culminará con el último poema, sino abriendo un diálogo con el público.

—¿Que un poema se pueda compartir es la primera regla de la poesía?
—Sí, la primera y la última. Empieza y acaba así. Yo en mi mesilla de noche no tengo obras mías. Hay unos poetas que van pasando y el único que no lo hace soy yo, a no ser que sea un borrador que esté escribiendo.

—Hay autores que hablando de sí mismos venden numerosos libros.
—Aquí empezaríamos una especulación de decir cuándo se equivoca el poeta y cuándo lo hace el lector. A mí me gusta decir que si tú no llegas al lector te has de preguntar por qué. Un poema no puede escribirlo cualquiera, la poesía no es democrática, ni el arte.

—¿Para qué es útil la poesía?
—¿Para qué es útil la medicina? Está claro, ¿no?, ¿Y la ingeniería que hace las calderas de calefacción? Está claro, ¿no? Todo esto que la ciencia te da, tú con un pequeño manual de instrucciones, y muchas veces ni eso, te defiendes de la intemperie material: si hace frío, calor, si tienes hambre, sed... Mi pregunta es: ¿Qué haces cuando la intemperie que te agrede no es la física, sino la moral? Y se muere una persona que quieres o pierdes el trabajo. ¿Qué botón aprietas? ¿Qué manual de instrucción tienes a mano? Este es el error de eliminar las letras de los estudios, que es igual de bestia que borrar las ciencias, que nos dejarían perdidos en medio del invierno. Que no hayan letras nos deja perdidos en medio de otro invierno. Para eso sirve la poesía.

—¿Se puede ser original?
—Todo lo que hay antes de mí me interesa, porque yo no soy más que una consecuencia. Con esto ya estoy hablando contra la palabra originalidad.