Luis Eduardo Aute.

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¿Qué preguntar a Luis Eduardo Aute sin parecer estúpido?, «Tú pregunta y ya veremos», advierte. Su voz suena tímida al otro extremo del teléfono, pero sobre el escenario su estampa menuda y desgarbada se engrandece a cada estrofa. Su gira Luna brindará el próximo 8 de abril (Auditòrium de Palma, 21.30) una generosa muestra de todos sus ‘colores', primero con la proyección del documental Vincent y el giraluna, y a continuación condensando su repertorio en una treintena de canciones.

—¿Aún le quedan ganas de hurgar en la vida con ironía?
—Con la que está cayendo sería triste asumir la caída sin hacerlo.

—¿Cuál es el lugar del creador en un momento tan peliagudo?
—Intentar mantenerse de pie y no perder la sensibilidad ante lo que está sucediendo.

—¿Cuando escribe prefiere racionalizar las canciones o dejarse llevar por los impulsos?
—Las dos cosas. La esencia de una canción es un impulso, luego entraría en juego la racionalización.

—Cincuenta años después, ¿sigue persiguiendo la canción perfecta?
—Es una meta que está ahí desde el principio, sigo en su búsqueda.

—¿Qué motivo provocaría su retirada de los escenarios?
—Cada vez que subo a un escenario pienso que va a ser la última. Del mismo modo que cada disco que saco pienso que será el último. A estas alturas me dejo llevar por el azar.

—¿Qué canción, libro y película embotellaría para recetarla como antidepresivo?
—Como soy un apasionado de Stevenson diré dos libros: La isla del tesoro y El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde; una película: Simón del desierto, de Buñuel, y una canción, Vincent, de Don McLean.

—Después de tres meses con un gobierno en funciones, ¿hay motivos para seguir indignados con la clase política?
—Pues no lo sé, cada vez tengo más desafecto hacia los políticos, no por la política. Son unos mediocres, pero como les hemos votado tenemos lo que nos merecemos.