La restauradora Pepa Garrido, en la Seu junto a uno de los tapices. | Teresa Ayuga

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«Es muy gratificante que algo que ha salido de mis manos, y de mi dirección, esté expuesto en esta maravillosa catedral que es la Seu», confiesa Pepa Garrido, directora y propietaria del Estudio de Restauración de Tapices que lleva su nombre, de Madrid, que ha llevado a cabo la rehabilitación de cuatro tapices que se exponen desde ayer en el templo con la exposición Els tapissos flamencs de la Seu.
La Catedral posee doce tapices procedentes de Bruselas, que se mandan al taller de Garrido para realizar un «minucioso proceso». «Este primer conjunto, que estaba expuesto en el altar mayor, es el que se encontraba en peor estado de conservación, aunque la segunda tanda, que llegó hace dos días, nos costará trabajo, seguramente también dos años, como en este primer grupo», advierte. «Ha sido difícil procesar estos cuatro primeros tapices porque son de grandes dimesiones, de 4,5 metros de ancho y de 3,5 de alto, lo que hacía muy complicado moverlos, incluso dentro del taller», cuenta. «Todo proceso de restauración es lento, pero en tapices, es mucho mayor. Restaurar un tapiz es como criar a un hijo, cuesta mucho trabajo y cada uno es diferente y particular. Incluso en el mismo tapiz, coexisten diferentes técnicas y texturas», señala.
El procedimiento consta de diferentes etapas, que van desde la «documentación fotográfica y exhaustiva del tapiz original», que «también es muy últil e interesante para los conservadores», el lavado en una cubeta, el secado, con un aspirador de baja potencia, o la consolidadción, fase en la que se imita, con un hilo, la técnica del tapiz original. «Lo hacemos solo con uno, en vez de con dos hilos para evitar el falso histórico. De esta manera, tienes que acercarte mucho a la obra para darte cuenta de que está rehabilitada», aclara.
Experiencia
En los 22 años que han transcurrido desde que su estudio abriera sus puertas en la capital, más de 300 tapices han pasado por las manos de Garrido. «Lo que más domino es el color y la técnica del tejido y saer cómo se comporta un tapiz. Todo eso lo da la experiencia», apunta. «Es un trabajo muy minucioso y precisa de mucha concentración, por lo que no todo el mundo puede dedicarse a ello. Además, es importante tener mucho control sobre tus manos», añade.
La última restauración de estos tapices data del siglo XIX y «no han soportado el paso del tiempo, ni en estética ni en técnica», concluye.