El conjunto catalán liderado por David Caraben.

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Ni melancólicas ni soleadas, las canciones de Ara i res (2017), el último trabajo de los catalanes Mishima, apuestan por la limpieza acústica, incluso la batería parece un extraño invitado en partituras de acordes perfectos. La banda del inefable David Carabén presentará su nuevo material este lunes en el Parc de n'Hereveta de Porrerrs, en una velada en la que compartirán protagonismo con los también catalanes Els Amics de les Arts y Buhos. BOC se encargará de caldear los prolegómenos.

En su último elepé, Mishima sigue a los suyo, huyendo de los lugares comunes en los que a menudo el pop se siente a gusto, esquivando la zanahoria de la modernidad y caramelizando el pop para conseguir canciones robustas que miran al rock, se acercan al folk, y regalan melodías exquisitas y versos centelleantes, en los que la voz de Carabén colorea estampas cotidianas. El mullido lecho de influencias de la banda consigue que mezclando a Burt Bacharach con los Kinks y a Felt con Pale Fountains el resultado, como poco, invite a acercarse y poner la oreja.

Aunque ya habían entregado piezas de envergadura como The Fall Of Public Man (2003), durante años Mishima estuvo revoloteando en segundo plano sin hacer demasiado ruido, no fue hasta la irrupción de Ordre i aventura (2010) que el quinteto alzó el vuelo para alejarse del radar amateur. Su arrojo y su ausencia de prejuicios les permite abrazarse tanto al folk de alambre oxidado como al pop más pulcro, de ahí que los degustadores de lo ‘especial' encuentran ese je ne sais pas quoi en sus canciones.