Boris Izaguirre habla de su última novela que rinde homenaje a su madre. | miquel a. cañellas

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Boris Izaguirre (Caracas, 1965) se dio a conocer en nuestro país en la década de los 90 a través del programa de televisión Crónicas marcianas. Izaguirre, que participa en el ciclo literario de Caixafòrum Universos literarios, ha publicado este año su última novela, 'Tiempo de tormentas', que le sirve como un ejercicio autobiográfico donde desarrolla la relación con su madre y ciertos episodios oscuros de su pasado.

¿En qué sentido le ha ayudado escribir esta novela?
— Nací en un lugar muy violento y tuve la suerte de poder salir. Cada vez me siento más alejado de él. La novela me ha ayudado en ese sentido porque es mi libro que más tiene que ver con Venezuela. Mi opinión más sincera sobre lo que le ha sucedido está dentro.

¿Qué ha heredado de su madre?
— No he sabido entender la importancia de muchas cosas que ella proponía hasta ahora. Mi mamá era increíblemente curiosa y valiente, luchó ferozmente porque las cosas fueran como ella creía que debían ser.

La novela comienza con el funeral de su madre, pero luego hay un flashback al terremoto de 1967, ¿por qué quiso empezar así?
— Es una novela de grandes conflictos naturales, por eso se llama 'Tiempo de tormentas'. Un funeral también es un terremoto en tu vida porque hay algo muy importante de tí que se rompe. Es un gran choque para el lector que los dos primeros capítulos sean cosas tan agitadas.

¿Es el momento en el que más destrozado ha visto a su país?
— No. Hace dos años que no voy a Caracas, no quiero. Ahora está más jodido, metido en un laberinto del que nadie va a salir. Mi papá cree todo lo contrario, que él va a ser Perseo, va a rescatar a Penélope y salir con la cabeza del minotauro.

¿Cómo ha afectado la dislexia en su vida?
— Mucho porque las cosas que más me gustaban no las podía hacer, pero colaboró a generar un estilo en mí y pensé que podía convertirse en un don.

En la novela cuenta que fue violado, ¿por qué decide desvelarlo ahora?
— Porque fue un momento muy importante para mi mamá y para mi. Ese acto de inmensa violencia fue brutal, tanto física como mentalmente, porque mi cabeza estaba llena de dolor y sensación de culpa. Ella me ayudo a abandonar esa idea de culpa y a que lo que me había pasado no me condenara a esconderme y no me dejara ser quien soy.

¿Cómo creó el personaje de Gerardo?
— Dejándole crecer. Hay muchas cosas de Gerardo que no son suyas. Yo no volví a ver a mis violadores, pero pensé que era importante que en la novela todo ello estuviera enfocado en Gerardo. Su vida es lo opuesto a la mía: él se niega a si mismo, vive atrapado en la mentira, mientras que yo vivo buscando la verdad y la luz.