«Esta exposición me conmueve y representa un camino firme hacia el Centre Internacional de Fotografia, que va tomando forma», dijo Bonet, quien afirmó que «siento en estas fotografías la mirada de Toni; es un diálogo que perdura, por eso me emociona tanto». La cantante contó que «era un fotógrafo distinto, me daba seguridad, confiaba en él, sabía que yo envejecería y que seguiría retratándome, además teníamos los mismos intereses artísticos».
En ese diálogo, que la exposición pone de manifiesto, se recuerda la lectura de los versos de Bartomeu Rosselló-Pòrcel, que Catany propuso a Bonet, y que cuajó en 1974 en un disco en el que colaboró el artista Joan Miró. Hay imágenes de portadas, hojas de contactos, fotografías del recital de Bonet en la sala Olympia de París, en 1975, retratos inéditos en los jardines de Raixa, pruebas de la influencia en los dos de las rondalles mallorquinas, o la contribución del fotógrafo a la preparación del disco Ultramar, que Bonet editó en 2017.
Pilar Costa, en su primera salida como consellera, recordó que «hace diez años, Francina Armengol, como presidenta del Consell, se comprometió a crear la Fundació Toni Catany y el Centre Internacional de Fotografia, y seguimos adelante».
Entre los paralelismos vitales de Catany y Bonet, el montaje muestra que los dos artistas han buscado la isla primigenia de Mallorca por todo el mundo, ya bien sea en Italia, Grecia, Túnez o Egipto, o incluso en el Caribe y África. La muestra, que pudo verse en Llucmajor hace dos años, incluye la primera instantánea de Catany a Bonet, en 1966, y es un paso por la vida de ambos, por la historia del diseño contemporáneo de portadas de discos, por distintas modas y estilos, siempre con el estilo intemporal del refinado fotógrafo.
«Hemos buscado en los archivos y, en la medida de lo posible, se exhiben copias de época», apuntó el comisario, Antoni Garau, quien precisó que «se han escaneado ya unos 90.000 negativos».
Por su parte, el presidente Torra señaló que «lo que se celebra con estas fotografías es la historia de una amistad que trasciende a la historia de todos aquellos que les hemos acompañado» y detalló que, «al leer el poema El pi de Formentor, automáticamente me sale cantado por la versión de Bonet y, a su vez, viendo las fotografías de Catany, empiezo a tararear alguna canción de su gran amiga». En ese sentido, Bonet desveló a Torra que «las monjas me hicieron aprender de memoria el poema, cuando yo tenía seis o siete años; me quedó clavado en la memoria y un día, mucho tiempo después, la música surgió, me había quedado en el alma».
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