Pinturas al óleo, acuarelas, dibujos y esculturas se recopilan en esta obra que se presentará el próximo jueves en la librería San Pablo, en un acto en el que también presentará una exposición con obras realizadas entre 1954 y 2019.
Sin haber presentado aún su primer libro, el padre Garau advierte que «ya he terminado el segundo y ya estoy pensando en el tercero y el cuarto». Con 82 años, este «autodidacta en todos los campos» está trabajando en cuatro cuadros y cinco esculturas, además de sus tres libros.
«El siguiente se centra en el retablo de la Santísima Trinidad, con imágenes y un diario donde desgrano día a día lo que hacía. Y además, hago una reflexión teológica sobre cada uno de los personajes que salen en el retablo. Desde la Virgen María hasta Ramón Llull», explica el creador.
Mientras tanto, está repasando su vasta obra, que tiene inventariada: «Tengo 834 cuadros, cientos de dibujos, y medio centenar de acuarelas». Eso sí, advierte que «si no me gusta una obra, la destruyo». Así ha hecho con cinco esculturas y medio centenar de cuadros.
Si tuviera que etiquetarse en algún movimiento artístico, señala que «según los críticos, soy neoimpresionista. Pero yo me siento muy yo. Hago lo que me parece. No estoy pendiente de si gusta o se vende».
Desde los paisajes de su niñez, marinas, honderos o el mundo taurino, sus cuadros muestran una querencia por temas recurrentes, aunque tampoco deja de lado los retratos como los de los papas, los reyes Juan Carlos y Sofía o su madre. En sus esculturas destaca la de Fray Junípero Serra, con 320 kilos de bronce y 20 gramos de oro, y se enorgullece de la segunda medalla del Círculo de Bellas Artes en dibujo obtenida en 1977.
Nació en 1937 y era hijo de un militar «que se apuntó al Ejército para salvarnos del fusilamiento», aclara. Su madre le tuvo en la casa materna, en Can Rubert, entre s'Aranjassa y es Pil·larí. Es en esa casa y los paisajes de la niñez cuando fue adquiriendo la sensibilidad artística. «A los siete años empecé a dibujar. Mi abuelo era canterano y me trajo un trozo de marés y allí hice una escultura de unos pies», explica. Su madre le estimulaba y su abuela plantó veinte clases diferentes de claveles para que su nieto estudiara los colores.
Ingresó en la Compañía de Jesús con veintitrés años y siguió esculpiendo y pintando. Tanteó el cine con amigos y protagonizó un par de películas En busca de Willy, donde interpretaba a un vaquero y de marajá en El secreto de la pagoda. Y también actuó en un filme de Agustí Villaronga, uno de sus alumnos de Montisión. «Un artista no se jubila nunca. Me jubilaré cuando me metan en la caja y me lleven al crematorio», dice con sorna el artista, que sigue haciendo gala de una creatividad imparable.
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