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Una egocéntrica sonrisa y una ropa colorida en contraposición a su pasado oscuro. Poco más se conocía de la personalidad del excéntrico Joker, el archienemigo de Batman, antes de la película de Todd Phillips que hurga en su historia y que, para bien o para mal, no deja a nadie indiferente. Éste no es un filme de superhéroes, es el perfilado de un personaje de cómic al que Hollywood «le ha construido un trastorno mental a medida» y que ha abierto el debate entre el colectivo que trabaja con la salud mental.

¿Cuál es el diagnóstico? El doctor José Carbonell, recientemente nombrado presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Legal y Forense, habla de lenguaje audiovisual y considera que los guionistas «debían ajustarse a unos rasgos personalidad que ya se conocían». Para ello, han trazado un personaje «con maestría». Sin embargo, «no tiene una patología puramente hablando, han cogido un poco de todo para encajarlo dentro de Joker», explica.

Y según este experto lo han hecho muy bien pues, vistos los síntomas, podría tener sus raíces en trastornos mentales reales. El doctor Carbonell resalta una frase del protagonista: «Lo peor de tener una enfermedad mental es que la gente espera que te comportes como si no la tuvieras». Esta observación, según el psiquiatra, «ya da un perfil de una persona que, aunque se está medicando, es consciente de que no funciona correctamente». Y ése, asegura, es un dato positivo.

En un momento dado, además, el personaje deja de tomar su tratamiento y «se desencadena la patología a todos los niveles». Este tipo de detalles, explica el doctor José Carbonell, demuestran que alguien sabía de salud mental en el backstage de la película pues «parar la medicación puede que haga que el paciente se encuentre mucho mejor, es el período de luna de miel, pero en realidad está delirando y sus reacciones son impredecibles».

Respecto a la risa característica, «forma parte de su historia», argumenta. Aunque pueda asociarse a determinadas patologías, a Joker le caracteriza una carcajada que existe desde el primer cómic de Batman, allá por 1940. «Como debían argumentar que apareciera y lo han hecho con su lenguaje audiovisual», conjetura mientras aprecia que esta risa se produce en situaciones de estrés y no de forma espontánea, como corresponde en un síndrome pseudobulbar o una epilepsia gelástica.

El doctor Carbonell confirma que «las personas con una infancia traumática tienen más posibilidades de tener una enfermedad grave»; sin embargo, «no genera nada que justifiquen el comportamiento que tiene después». A este respecto, «hay que distinguir la enfermedad mental de lo cinematográfico».