La última vez que escuchamos su voz inconfundible, clavando cada estrofa, interpretando un texto con apabullante magisterio, fue hace ocho años. Un montaje de Darío Fo acercaba a Rafael Álvarez ‘El Brujo' a Ciutat. Trui Teatre nos devuelve este domingo, a partir de las 19.00, al actor y dramaturgo cordobés. Llega con Cómicos, un espectáculo que puede variar su formato en función de una noticia de actualidad o una anécdota, pero siempre desde la visión sabia, transgresora y jocosa que le ha transformado en baluarte del teatro burlón y picaresco.
‘Cómico' reduce al hueso los esquemas habituales de una obra de teatro. ¿Podríamos llamarlo teatro minimalista?
—No con arreglo al concepto que se emplea actualmente para designar el teatro minimalista, porque no minimizo ningún aspecto de la interpretación.
¿Qué papel desempeña la improvisación en este montaje?
—Un papel importante pero no esencial.
Resuma brevemente la trama
—Es un espectáculo de humor y autobiográfico.
¿Siente que las obras que ha representado tienen algún tipo de conexión filosófica?
—Sí, todas son referidas a problemas relacionados con el absurdo de la existencia, según lo entendían los antiguos griegos.
El pasado septiembre, tras la ruptura entre PSOE y Podemos las crónicas titularon ‘Se acabó el teatro'. Como artista, ¿le ofendió la metáfora?
—Bueno, teatro es todo. Yo hago el del escenario pero la vida es teatro como escribió Shakespeare.
¿Le inquieta que el ser humano siga cometiendo los mismos errores que narraba Shakespeare hace más de cuatro siglos?
—No me inquieta que el ser humano cometa errores, me inquieta cometerlos yo (risas).
Miguel Delibes escribió ‘todas las personas singulares están llenas de contradicciones', ¿siente que esta frase le representa?
—Yo diría que todas las personas, las que son y no son singulares, están llenas de contradicciones
¿La comedia es el género más complejo?
—La comedia entraña sus dificultades, puede ser muy complicada para quien no tiene vis cómica, pero el drama y la tragedia también son muy complejas.
¿Las sensaciones que le aporta el teatro están fuera del alcance de otros medios?
—Sí, porque son específicas del teatro, ni siquiera un concierto, donde las luces son más avasallantes, ofrece las mismas sensaciones.
¿Ha cambiado el público del teatro en sus cincuenta años de profesión?
—Muchísimo, en lo que yo he registrado, en mi experiencia, he visto un cambio radical en la gente, sobretodo en los últimos 20 años, antes el público era más ingenuo, ahora es más resabiado e indolente.
¿Con el teatro pasa como con un libro, que al ser revisitado podemos descubrir nuevas formas y relieves que antes nos pasaron desapercibidos?
—Sin duda, el teatro es una celebración del presente, todo está vivo y cada día es distinto.
¿Cuántas veces ha exorcizado sus demonios sobre un escenario?
—Todos los días, a veces me encuentro bajo de tono pero al subir al escenario me activo rápidamente.
¿Si Shakespeare fue el cronista del siglo XVII, Dickens de la era victoriana y Cervantes de la hidalguía, quien es, en su opinión, el cronista de nuestros días?
—Es una pregunta difícil. Hoy no hay un autor con tanta relevancia, tenemos un montón, la palabra ya no es lo que era. Hoy las redes sociales son las cronistas de nuestros días.
¿Qué papel desempeña la literatura en un oficio como el del intérprete?
—Es el primer paso para crear un espectáculo, la literatura es el cimiento.
¿Encuentra en los libros momentos de refugio?
—Si, muchas veces cuando estoy desasosegado coger un libro me ayuda a abstraerme de todo.
¿Qué tipo de lectura le atrae?
—Leo teatro, los clásicos, las tragedias, Shakespeare, poemas místicos...
¿Qué personaje de novela le gustaría interpretar?
—Quiero hacer El rey Lear, la metáfora de un hombre que es rey y mendigo me fascina.
Paul Auster, autor de frases tan maravillosas como melancólicas, dijo al cumplir 70 años: ‘Se vive unos años y después se sobrevive', ¿comparte la reflexión?
—No la comparto. Es una frase que ciñe mucho la vida a la dimensión física, la vida va más allá que el envejecimiento del cuerpo. El alma es eterna.
1 comentario
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Una pequeña divergencia. A mi entender es anacrónico atribuir a los griegos un sentido de lo absurdo, en vez del sentido de lo trágico que sí tenían y que exige una intervención divina: Zeus vuelve locos a los mortales que queire perder.