La artista cordobesa María José Llergo abrirá el Atlàntida.

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No hace falta una varilla de zahorí para afirmar que María José Llergo (Pozoblanco, Córdoba, 1994) desempeñará un papel predominante en el flamenco del futuro. Con su voz potente y jubilosa, de esas que aportan luz incluso en una extremaunción, forjada entre cajas de ritmos, sintetizadores suaves, sampleos y guitarras envolventes, esta diva en ciernes mezcla de chica Levi’s y cantaora de manual, será una de las encargadas de moldear y encaminar el flamenco hacia una nueva generación. La comparación con Rosalía está servida. El multidisciplinar Atlàntida Film Fest acogerá el debut discográfico de la cordobesa, Sanación, el próximo lunes 27 de julio en La Misericòrdia de Palma

¿Se siente cómoda con su imagen de mujer fuerte?

—Sí, me siento súper cómoda en ese papel.

Con su temática repleta de amor fraternal y su atmósfera taciturna, ¿no es Sanación un disco muy lorquiano?

—Por supuesto, es de lo mejor que pueden decir de mi trabajo, como andaluza admiro mucho a Lorca.

¿Tiene algún significado especial para usted el concepto de ‘sanación’?

—Es el propio renacimiento, la capacidad de convertir algo en bello.

Una de las cosas que más me han llamado la atención de este disco es la producción tan fina que tiene...

—Tuve la suerte contar con Lost Twin, un productor descomunal de Alcalá de Guadaira que fue capaz de transmitir mi aura, aquello que siento, a las canciones del disco. El resultado me dejó muy satisfecha.

Enrique Morente solía decir que parir un disco es una experiencia tan dolorosa como liberadora, ¿comparte su visión?

—Totalmente de acuerdo. Parir un disco es muy doloroso porque te enfrentas a tus propios miedos y quedas muy expuesta, pero a la par es una experiencia liberadora porque necesitas sacar lo que llevas dentro y compartirlo con el mundo.

¿Es más fácil conectar con el público cuando se habla de experiencias vitales dolorosas?

—Para mí sí, todas mis canciones son autobiográficas y en ellas me expongo y entrego muchísimo.

La nostalgia juega un papel determinante en su obra, ¿qué le induce a usarla como motor creativo?

—Lo hago de una forma muy natural, mi forma de componer es un reflejo de lo que siento y la nostalgia sale sin filtro.

¿Hasta qué punto el flamenco delimita su línea creativa?

—Mi obra suena a Andalucía, mis raíces están muy presentes. Se aprecian desde en un acento hasta en las variantes lingüísticas del andaluz.

Hablemos de los puristas del flamenco, siempre reacios a la expansión del género, ¿no aburre ya el tema de la apropiación cultural?

—Entiendo que haya gente que critique, pero a mí no me afecta, estoy muy centrada en hacer melodías de autor, en crear, desarrollar y compartir. El mayor orgullo de mi disco es que se reconozcan mis raíces.

¿Más allá del flamenco, qué artistas o sonidos marcan su obra?

—Tengo millones de influencias, estudié violín diez años y la música clásica me encanta, pero también la música minimalista, entre otras. Puedo escuchar desde Debussy a Björk o Triana, soy muy ecléctica.

¿Le cansa la comparación con Rosalía?

—Me da igual, no me parece mal que me comparen con una mujer creativa.

Su presencia y estilo escénico invitan a verla como una diva, ¿se reconoce en ese papel?

—No, para nada, siempre me he considerado muy sencilla.

¿Contempla su trayectoria futura como una sucesión de cambios?

—A mí lo que me gusta es jugar, y no pienso dejar de jugar y experimentar.

¿Cree que la equidad entre hombres y mujeres está reñida con un género, el reggaetón, que hipersexualiza y denigra a las mujeres?

—Creo que un género musical no tiene la culpa de las letras que algunos artistas deciden cantar.

¿Tiene miedo de no cumplir las expectativas?

—Yo trabajo día a día y lo hago siempre lo mejor que puedo. Me muevo por sentimiento y la única expectativa que tengo es la de no defraudarme a mí misma.

No quisiera pasar por alto la fantástica versión que ha hecho del Pena, penita, pena de Lola Flores, ¿existe una conexión emocional con este tema?

—Muchas gracias. Pues sí, la existe. Este tema me lo cantaba mi abuelo en el campo cuando era una niña, para mí fue un orgullo grabarlo y llevárselo para que lo oyera.